División poligonal

01/05/2024
 Actualizado a 01/05/2024
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No tengo miedo a volar en avión, aunque sí me da verdadero pánico que me toque en el asiento central de la fila. Por eso, celebro cada vez que la compañía decide que tengo que sentarme al lado de la ventanilla. No puedo evitar quedarme dormida durante el viaje, pero disfruto del despegue y del aterrizaje, sobre todo por tener esa sensación de que ahora el ‘Google Earth’ soy yo.

Hace unos días el avión salía de la pista con su habitual estruendo mientras yo activaba el modo ensoñación al mirar hacia la superficie. La planicie de la meseta se dividía en perfectas formas poligonales, como si las hubiera diseñado el propio Cuadrado Lomas. Algunos terrenos lucían recién peinados, listos para la temporada que les espera, otros reflejaban ya un verde brillante y, los menos, de distinto color, se mostraban a la espera de ser cultivo de provecho el año que viene.  

La estampa bucólica (que refuerza mi debilidad por esta tierra sin horizontes) la rompió una suerte de destello. El sol no estaba ahora haciendo brillar el futuro campo de cebada, sino que apuntaba sus rayos hacia una plantación distinta: Un ‘cultivo’ de placas solares rompía ese cuadro que, seguro, jamás se hubiera imaginado el artista vallisoletano para algunas de sus pinturas.

‘Renovables sí, pero no así’ es el grito de varios colectivos de este sitio que llaman ‘vaciado’ y que luchan porque el progreso no acabe con su modo de vida. Cambiar el paradigma se ha convertido ya en una cuestión vital y es del todo lícito utilizar los recursos que ofrece la naturaleza para no terminar de destruirla, por eso, defienden la instalación de fuentes de energías renovables en lugares donde el impacto social y medioambiental sea más reducido. Y, ¿por qué entonces colocar estos ‘huertos’ de energía en lugares protegidos por sus vecinos?¿Está el terreno del todo preparado para las decisiones que se toman desde unos despachos? En algunos proyectos, el debate no tiene ni siquiera contrincante, no hay nadie que quiera conversar al otro lado. Una ausencia que solo deja lugar (otra vez) a la confrontación, la España rural al servicio de la urbana, el cuento de Robin Hood pero al revés. 

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