06/12/2016
 Actualizado a 11/09/2019
Guardar
La ONU ha dispuesto que el día 3 de diciembre sea el ‘Día internacional de las Personas con Discapacidad’. Con tal motivo Asprona Bierzo ha organizado, como cada año por estas fechas, una Cena Solidaria a la que este año tuve la suerte de poder asistir junto con otras cuatrocientas personas que rebosaban el ampliado comedor. Todo muy bien. Y no nos referimos solo a la comida, sino sobre todo al ambiente: mucha alegría y mucho amor.

En primer lugar es de justicia destacar el comportamiento ejemplar de las familias con hijos con discapacidad. La tendencia actual, amparada por ley, es no dejarlos ni siquiera nacer si se adivina que podrán nacer en esas condiciones, como si se tratara de seres infrahumanos, o de hombres y mujeres de tercera o cuarta división. Con frecuencia, en nombre de una falsa compasión, se dice que es mejor que no vengan a este mundo para evitarles sufrimiento o para evitar el sufrimiento de las familias. Según eso solo tienen derecho a vivir los que nacen sin ningún tipo de discapacidad.

Entre las cosas que se dijeron en el transcurso de la cena lo que más cabe resaltar es la afirmación de que realmente no se trata de personas discapacitadas, sino que poseen otras importantes capacidades que tal vez los que nos creemos sanos no tenemos. Más aun, nos atrevemos a decir que en nuestra sociedad hay discapacidades mucho peores, como son todas aquellas que nos inhabilitan para amar de verdad, para sonreír, para eliminar el rencor, para la generosidad, para la fe en Dios y el amor al prójimo. O dicho de otra forma: la discapacidad del egoísmo, del orgullo y la soberbia, de la insolidaridad, de la hipocresía.

En muchas ocasiones he oído decir a bastantes padres y madres que son precisamente esos hijos diferentes los que más satisfacciones les han dado en la vida, considerándolos como un regalo de Dios, pues esos hijos les han permitido vivir unos muy especiales sentimientos de amor y cariño, en la doble dirección de dar y recibir. En un mundo como el nuestro, a veces tan cruel o tan amigo de guardar las apariencias, es gratificante encontrarse con seres limpios de corazón, sin doblez, capaces de transmitir una alegría limpia y no contaminada por la falsedad, que no necesitan demasiadas cosas para ser felices. Sin duda ellos sí que son un verdadero ejemplo para el resto de la sociedad que es la verdaderamente discapacitada. Y, por supuesto, es justo y necesario reconocer el mérito de asociaciones como Asprona que tan buena labor están haciendo por ellos.
Lo más leído