La gente, en España, tiene que estar hasta los testes de los políticos y de la política. Y si no lo está bordea ese límite; esa delgada línea donde los grises no se contemplan. Por derecho propio –que ya es lamentable– la política se ha convertido en un estercolero y una escombrera insalubre, donde las ratas brincan y campan con mirada aviesa. Y cada vez son más. Los ejemplares se reproducen de manera incontrolada y dominan el territorio. Resulta penoso, en fin, que después de lo que viene ocurriendo en este país –que algunos ya califican de pan y sardina–, nadie asuma responsabilidades. El todo vale se ha asentado con tan mala sombra, que abre las carnes y cabrea a una gran mayoría. Les toman el pelo, por la cara y a la cara, de forma desvergonzada y tosca.
En León, por centrar el alza, el asunto adquiere tintes preocupantes. Prometer y no dar no descompone casa, que decían los antiguos y algún que otro heredero de las viejas conversaciones entre familias. Lo de Feve, por ejemplo, es como para emular a Jesús de Nazaret, quien expulsó a zurriagazos del templo (de Jerusalén) a los descreídos mercaderes. Y sin consideraciones. Y otro tanto ocurre con el Teatro Emperador, arrumbado y envejecido en el centro de la capital. O el Parador de San Marcos, que aquí siempre se le dijo hostal para definirlo. Sigue sin ‘rematar’, sin acometerse la segunda fase, tantas veces voceada. Y lo de la autovía León-Valladolid no tiene nombre. Todavía se recuerda la visita del extinto ministro Ábalos, que vino a inaugurar el tramo entre Puente Villarente y Santas Martas. Era un miércoles 18 de julio de 2018. Y hasta hoy. Un fiestón al que solo le faltó el reparto de canapés y pinchos de tortilla, entre los representantes y amiguetes de todos los colores. La escenificación rebosó. Desde entonces no se ha movido una paja ni una humilde peladilla, pese a las promesas que aquella tarde se hicieron en boca del hoy imputado.
De modo, que esto es un sindiós, se mire como se mire. Y lo dicho, nadie asume responsabilidades, porque la poltrona es de una comodidad insultante y proporciona sus buenos dineros. Que se lo pregunten al grueso de los paniaguados que pueblan Congreso, Senado, CCAA y ‘empresas’ participadas por el Estado.
La última amenaza que pende sobre la cabeza de los contribuyentes, es un hipotético (por el momento) nuevo apagón general, cuando el pagano de turno, es decir, el españolito de a pie, desconoce a la fecha qué ocurrió el 28 de abril último. Aquel día España pasó a negro. Y, oiga, ni explicaciones ni gaitas. Solo paños calientes. Y la presidenta de Red Eléctrica de España, la exministro Corredor –apadrinada y sostenida por Sánchez–, en su sitio. Como él en el suyo, pese al caos familiar y político que le rodea. Este es el nivel de una España saturadamente progresista. Que Dios nos coja confesados. Y… ¡Ánimo, Pedro!