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Despatarre de platillos

13/04/2025
 Actualizado a 13/04/2025
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Ya no quedan sitios donde la solemnidad debida se respete impecablemente, opina la quisquilla que llevo en mi interior. No es solo que factores como el tiempo (lo largo de las ceremonias) impida el aguante, sino que el desgarbamiento es el signo de los tiempos (los otros). 

Caras de sueño, malas posturas, falta de propiedad en el vestido y en el lenguaje hemos visto ya tanto en audiencias judiciales de ámbito nacional como en misas de inauguración internacional de catedrales renacidas del fuego. Y también se ven siempre por estas fechas de Semana Santa fuera de la localidad de Sevilla, según testimonio de cualquier macareno que haya asistido a procesiones en lugares como León, donde dicen que incluso nos da por ir a comprar el pan durante la secuencia de pasos (y dame la mitad de esa empanada de bacalao también).

La última ocasión que he encontrado de ceremonia desmitificada es un concierto de una orquesta sinfónica. Oímos el sintagma «orquesta sinfónica» y del tirón empezamos a dudar si nuestro atuendo daría la talla (de etiqueta) para ir a ver una en acción. Nos avergonzamos ya anticipadamente por llevar mal centrado el nudo de la corbata imaginaria. Pero estén tranquilos y gocen de la música. 

Precisa y primeramente, los protagonistas de aquellas, que son sus integrantes, y de entre ellos, sobre todo los percusionistas, al final de los finales, son músicos. En el más connotado sentido de la palabra, me refiero, que tiran a canallitas con el último botón de la camisa suelto, salen a fumar empedernidamente por la puerta lateral de artistas del teatro y manifiestan serios problemas para guardar una compostura marcial. Ahora, tiene sentido, piensa quien, aunque lo maten, sufre horrores para mantener la tiesura. Es misión imposible en el caso de los percusionistas si, interpretando determinadas composiciones han de aguantar sin airearse dos horas y de esas, solo intervienen unos escasos segundos cada equis tiempo. El bombo cada diez minutos para dar un bombazo. Y el de los platillos quince para dar un platillazo y dejar luego que se relajen los instrumentos antes de posarlos en la almohadilla y volver al despatarre o desparrame. Pero esos platillazos no los da cualquiera en una sinfónica, ¿verdad?

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