20/01/2016
 Actualizado a 13/09/2019
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Catalunya pasa en la actualidad por uno de sus momentos más cruciales, al menos en los últimos tiempos. En esto estamos de acuerdo, ¿verdad? Y parece que, a medio plazo, la situación allí puede cambiar… y mucho. La ‘partida’ política ya ha empezado, y cada cual juega sus cartas como mejor sabe.

Las elecciones al Parlament del pasado 27 de septiembre d se presentaban de alguna forma como un pulso entre los partidarios de la independencia y los que no lo son. Fueron más quienes se inclinan por la secesión; y, sobre todo, resultó ser una mayoría más que abrumadora la que aboga, al menos, por un cambio político en Catalunya.

Así, Junts pel Sí y la CUP iniciaron la ‘desconexión’ catalana de España, mientras trataban sin éxito de negociar el president que lideraría el proceso: los unos, decían que Artur Mas; los otros, que cualquiera menos él. Y, al final, casi tres meses y medio después, cuando todo apuntaba a unas nuevas elecciones, el elegido resultó ser Carles Puigdemont, un periodista de cincuenta y tres años, alcalde de Girona por Convergència, máximo representante de la Associació de Municipis per la Indenpendència y número tres en la lista de Junts pel Sí por Girona. Y un paisano que, por lo que dice, parece tener las ideas claras, dispuesto a continuar con el programa independentista sin mirar a otro lado, sin cobardías y con fidelidad a la voluntad del pueblo catalán.

¿Te imaginas algo parecido aquí, en León? A nuestra escala, claro… Quiero decir, un movimiento capaz de aglutinar el sentimiento leonesista –más allá de otros ideales políticos– y de iniciar un proceso político serio que desemboque en una ‘desconexión’ de la actual comunidad autónoma. Quizá algo así pudiera reavivar a un leonesismo adormecido…

Las viejas opciones parecen no servir, y las que acaban de surgir no han mostrado el más mínimo interés por defender el derecho a decidir de los leoneses; algo que, dicho sea de paso, llama especialmente la atención en el caso de Podemos, pues precisamente sí lo propugna –y con gran vehemencia– en otros territorios, como en Catalunya.

Al leonesismo le toca ‘reinventarse’… y cuanto antes, mejor.
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