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Desahucian a La Galatea

07/03/2024
 Actualizado a 07/03/2024
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El 30 de marzo será Sábado Santo, y mientras agonice crucificado el Cristo de la Vela por las rúas serpenteantes de la Salamanca histórica en el silencio bullicioso de las procesiones, una esquina del corazón universitario de la ciudad no tendrá esperanza. La calle Libreros se quedará sin libros porque ese día cerrará para siempre La Galatea, que morirá a los veintiocho años y no a los treinta y tres, pero apagará la última luz de fe en el saber que sobrevivía en la calle que acogió la primera imprenta salmantina y numerosas librerías a lo largo de los siglos. 

Desahuciar librerías es lo último que le faltaba a este primer cuarto del siglo XXI. Porque a La Galatea la cierran, según explica su dueña cual Dolorosa enlutada desde que recibió la orden de desalojo tras haber sido vendido el edificio. Seguro que no dentro de mucho lo que antes era un heroico refugio de la historia se convertirá en un bar de tapas generosas o quizá en otro restaurante con ínfulas para captar la atención de los turistas antes o después de buscar la rana de la fachada de la Universidad. Desalojan una librería y no habrá manifestación a la puerta, ni una Ada Colau gritando consignas, ni alumnos de Traducción encadenados a las ventanas, ni nadie que adopte los cientos de libros viejos que se quedan en la calle. A su edad y después de haberse entregado en tinta y páginas. 

La Galatea es, todavía, un santuario del saber. Como todas las librerías de viejo hay algo de aventura fetichista en recorrer sus estanterías buscando tesoros olvidados mientras respiras ese magnético olor del papel leído. Aunque de esto no hagan velas en Zara Home. El 30 de marzo morirá viral y desprotegida como corresponde a nuestra sociedad enferma. Con un éxito póstumo y efímero tras la carta de despedida difundida en redes sociales. Será «mi Pascua triste» confesaba Begoña Ripoll. Pascua triste para Salamanca que ni siquiera escribirá un vítor a la cervantina Galatea para ovacionarla. 

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