Imagen Juan María García Campal

Del ‘uso de razón’

09/02/2022
 Actualizado a 09/02/2022
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Aun estando alejado desde hace muchísimos años de cualquier práctica religiosa, sin embargo, esta semana he recordado mucho mi niñez y, en concreto, a cómo en ella, en los tiempos cercanos a hacer la primera comunión católica, se nos decía que la haríamos cuando adquiriéramos ·el uso de razón», cosa que se presumía sucedía a los siete años. Ese ‘uso de razón’ lo sentía yo como cosa de mucha entidad e importancia. ¡Y tanta!, pues si bien para la iglesia suponía el abandono de la infancia («El menor, antes de cumplir siete años, se llama infante, y se le considera sin uso de razón; cumplidos los siete años, se presume que tiene uso de razón», establece el Derecho Canónico y la ‘Summa Theologiae’ que «quien carece de uso de razón se considera que no es dueño de sí mismo y se equipara al infante»); el Diccionario de la Lengua Española fija que razonar es la capacidad de hacerlo como un adulto, o sea, «ordenar y relacionar ideas para llegar a una conclusión» y ejemplifica: «antes de decidirte, razona un poco».

Cierto es que, aun suponiéndonos uso de la razón, algunos hemos tomado decisiones de vario final (agradable o penoso) más movidos por las emoción («alteración del ánimo intensa y pasajera»… que nos equipara a los infantes) que por la razón («acto de discurrir el entendimiento»). Es decir, que hemos vivido en nuestra adultez alguna regresión a la condición de infantes, algún abandono de nuestra adultez. Mas, creo, que más en el ámbito privado o íntimo que en el entorno público.

Ejemplos varios de este infantilismo público hemos visto esta semana.

Así, lo declarado por el primer ganadero que se entregó tras el asalto al Ayuntamiento de Lorca y su «La desinformación a veces hace tomar decisiones que no son coherentes… Nos dijeron unas cosas que después no coincidieron con la realidad». Para qué contrastarla, ¿mejor la fe en la mentira de su interés? Y qué pensar de su «siento vergüenza ajena». ¡Ah no! Sienta vergüenza, sí y mucha, pero propia. Ajena fue y es la mía y de otros muchos.

Y así, la falacia continuada de los diputados de UPN, diciendo que votarían sí a la Reforma laboral, cuando su cierta voluntad era votar no; o la de la enfermedad grave del falaz y torpe diputado cacereño Casero. Grave pero no limitante de personarse en el Congreso en cinco minutos. Ay estos mendaces infantes y su todo vale para la inmoralidad de sus adultos actos.

Quizá por todo esto sea tan importante votar el domingo con uso de razón, aun sea sin mucha fe.

¡Salud!, y buena semana hagamos y tengamos.
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