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De los días pretéritos con Cristina

José Luis Gavilanes Laso
04/06/2017
 Actualizado a 19/09/2019
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Pasó por la feria del libro León la conocida periodista y escritora Cristina López Schlichting para presentar su primera novela titulada ‘Los días modernos’. Confiesa la autora que empezó a estudiar Filología, pero alcanzado el tercer curso la abandonó al darse cuenta que no tenía futuro como docente. Vio entonces que su porvenir estaba en el periodismo, y tras actuar de corresponsal en el extranjero, se centró en la vertiente radiofónica comenzando a trabajar como locutora en la Cadena de Ondas Populares Españolas (COPE), el rosario de emisoras de la Iglesia católica, donde actualmente dirige el programa ‘Fin de Semana’. Es, además, contertuliana en ‘El Cascabel’ de 13 TV, articulista del diario ‘La Razón’ y obtenido numerosos galardones por su brillante y ya dilatada labor radiofónica. Para mayor información más pormenorizada consúltese la Wikipedia del gigante sabelotodo Google.

Recién ingresada en la radio, Cristina pronto adquirió notoriedad y audiencia con el programa ‘Las tardes con Cristina’. Según los propios analistas de la cadena de emisoras bajo las siglas de Cope, hasta la fecha inaugural en enero de 2002 de este programa, la franja horaria de primera hora de la tarde estaba dominada por la SER dirigida a un «público de izquierdas». No existía, pues, un espacio radiofónico para las personas distantes de la ‘progresía’ en esa parte del día. Pero, merced a la providencia divina, surgió de la nada la timbrada y simpática voz de Cristina López Schlichting, llegada en auxilio de los desamparados de la derecha para que tuviesen su medio de audición y la oportunidad de expresar a través de las ondas sus ideas contrarias al aborto, la eutanasia, la homosexualidad y otras «lacras». Aunque no tengo memoria de elefante y la que tengo en ejercicio me va fallando con la edad, recuerdo perfectamente que en el transcurso de una de estas audiciones doña Cristina se declaró «políticamente incorrecta» –que luego plasmaría en libro– y correctamente «conservadora y católica».

Y recuerdo más. En otro de sus programas vespertinos y a raíz de la concesión del Premio Cervantes de 2006 a Antonio Gamoneda, doña Cristina se preguntaba a viva voz: ¿cómo un poeta «nada o poco conocido» (es de suponer por ella y sus asesores) se había impuesto en las votaciones nada menos que a rivales de la talla de Ana María Matute o a Juan Marsé? ¿Qué clase de jurado era ese? Pero la explicación estaba tan encima que bloqueaba una acertada respuesta, a saber: pasado antifranquista del premiado, leonés adoptivo como José Luis Rodríguez Zapatero, digitalización gubernamental...¡Cómo no haber caído antes en algo tan evidente! Sin duda, doña Cristina ignoraba que Gamoneda tenía ya el laureado reconocimiento del ‘Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana’, el ‘Castilla y León de las Letras’ y el ‘Nacional de Poesía’; y que ya por entonces era uno de los poetas españoles vivos más valorados, sino el que más, a escala internacional. Es bastante corriente despreciar aquello de lo cual se ignora. Antonio Machado lo dijo de una Castilla, ayer dominadora y luego envuelta en sus harapos. Aunque, en el caso de Gamoneda, la ignorancia y el desprecio eran simples raíces adventicias de la zapaterofobia monográfica y anti PSOE que rezumaba por esas fechas el órgano radiofónico católico a todas horas y casi sin descanso. Y, por favor, que nadie piense que lo hago ni me incluya por estar entre los partidarios del mayor «optimista antropológico» y «contentador automático» gubernativo del país en su cumbre de poder. Ya manifesté antaño y por escrito mi discrepancia contra mi tocayo en su gestión a propósito de los papeles salmantinos del Archivo de la Guerra Civil transmigrados a Cataluña.

La noticia de la concesión del ‘Premio Cervantes’ a Antonio Gamoneda no sentó bien a la señora López Schlichting, y menos aún a sus correligionarios de la Cope. Como Gamoneda es leonés desde los treinta y seis meses de edad y Zapatero también lo es por adopción, la conclusión era lógica y no ofrecía dudas: pucherazo por parte del entonces presidente del Gobierno. ¡Para qué entrar en criterios estrictamente literarios! Y como la zapaterofobia no dejaba ningún cabo suelto, la concesión del máximo galardón literario de las letras españolas no podía ser excepción. A la fiesta denigrante contra Gamoneda se sumó el ínclito y también ‘copero’ por entonces Federico Jiménez Losantos, convirtiendo la crítica de Cristina en hilarante mofa. Situó Federico a Ganoneda en la esfera del ‘lobbi’ literario leonés, de la insignificancia poética y la prebenda política. Según este inteligente prohombre del denuesto y la querella, zascandil desde tierna edad entre la proa y la popa de la ideología; y para quien el hombre más nefasto de la humanidad –además de Fidel Castro– debe ser Aristóteles por pensar aquello de que en el medio está la virtud, leer un libro de Gamoneda es algo tan pesado e indigesto que «puede provocar úlceras». Poeta humilde y sin ruido, mejor siguiese recluido en su silencio y recato, es la recomendación a la que llegó otro de los comentaristas literarios acompañantes en aquel programa de doña Cristina y don Federico, cuyo nombre ahora no recuerdo. Disculpen los lectores. Conceder premio tan prestigioso de las letras hispánicas a un escritor tan «poca cosa», a quien el mismo comentarista ve superado, no ya por Vicente Aleixandre o Pablo Neruda –¡por Dios!–, sino por cualquier aficionadillo de la rima o el verso libre es, subrayémoslo, una provocación del señor Zapatero por su indiscutible influencia política. Pero eso sí, al menos el señor Jiménez Losantos manifestó, en su estilo montaraz y zahareño, que «había leído poco a Gamoneda», eufemismo que suele ser sinónimo de no haberle leído una sola palabra. Y así concluyó sobre Gamoneda este ilustradísimo termocéfalo, asesor de la derecha de quien quitar y quien poner, desgraciadamente y a mi modesto juicio un gran cerebro ganado por la maledicencia. Pero eso sí, con entonces la bendición episcopal, que embolsaba gracias al radicalismo antigubernamental sustanciosos eurocirios publicitarios hasta que, disconforme la cúpula eclesiástica de los Rouco y Cañizares por la audacia de un sujeto que iba demasiado suelto y no por el recto camino, le despediría. Aunque el afectado le echó la culpa de su defenestración al triunvirato formado por el Rey, el Gobierno y Rajoy, fueron los señores del báculo y la mitra, asustados por el lenguaje procaz y la crítica demasiado mordaz del turolense de Oliveira del Tremedal, los que optaron por retirarle la alcachofa microfónica de la boca.

Y acabo con un verso del vilipendiado poeta astur-leonés en aquel programa de doña Cristina, contenido en ‘Blues castellano’, de tan ‘horrendo título’, don Federico dixit: «Hagan ustedes la verdad mejor».
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