29/05/2022
 Actualizado a 29/05/2022
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Millones de ucranianos, la mayor parte mujeres y niños, se han expatriado. Algunos han regresado, yendo así de la ceca a la meca por culpa de un imperialista, desalmado y mentiroso.

La expresión ‘de la ceca a la meca’ es un dicho muy común entre los hispanohablantes que significa deambular de un lado a otro. He aquí una expresión proverbial que ha dado muchos y diversos comentarios. ‘Ceca’ quiere decir «casa de moneda» (en la Hispania árabe ubicada en Córdoba), y ‘meca’ podría referirse a La Meca o ciudad sagrada de los musulmanes. Así lo refleja Covarrubias en su ‘Tesoro de la lengua castellana’. Pero es obvio que la expresión ya nada tiene que ver con ello. Es más, se trata de un dicho que ha venido reflejándose sin el artículo ‘la’ y en minúscula ya en tiempos de Cervantes, pues así lo pone en boca de Sancho Panza: «dejemos de andar de ceca en meca y de zoca en colondra» (El Quijote, parte primera, cap, 18).

El maestro Correas, en su ‘Vocabulario de refranes’, discrepa de Covarrubias al decir que se trata de dos palabras castellanas enfáticas, fingidas del vulgo para pronombres indefinidos de lugares diversos, que no se nombran, como, por ejemplo ‘fulano y citano’, y otras infinitos dichos de este género hechos por énfasis de sonido. ‘Ceca’ era, para él, la ciega adivina y ‘meca’ la mujer perdida, tomada por bruja y hechicera.

Cejador sale al paso en su ‘Tesoro de la lengua española’ desmintiendo también la opinión de Covarrubias, al desacreditar que los moros anduvieran de Córdoba a La Meca, pues la desaparición del artículo y la puesta en minúscula echan abajo la referencia a esas localidades. Para él se trata simplemente de un sonsonete con el cambio de ‘m’ por ‘c’.

Rodriguez Marín, en su ‘Edición crítica del Quijote’, hace hincapié en que, con la ausencia del artículo y la escritura en minúscula, Cervantes nunca quiso aludir a la ciudad sagrada de los musulmanes.

Para José María Iribarren, en ‘El porqué de los dichos’, la ‘m’ inicial de ‘meca’ parece confirmar estas dos últimas opiniones. Escoge al azar diversas fórmulas rimadas o frases de repetición proverbiales, en las cuales entra la letra ‘m’, como inicial de la segunda voz, v. gr.: «el oro y el moro», «troche y moche», «tiquis miquis», «chirlos y mirlos», «siri-miri», «teje-maneje», «chus ni mus», «corriente y moliente», «fulano y mengano», «picos y micos», «sin chistar ni mistar», «codillo y moquillo», etcétera.

Como puede observarse, hay opiniones para todos los gustos. Iribarren cree que la frase «andar de la ceca a la meca» es una de tantas fórmulas rimadas, donde la segunda voz (meca) carece de significado y no tiene otro valor que el de una consonante. En cuanto a la primera palabra (ceca) es posible que, en su origen, aluda a la fabrica de la moneda y a la mezquita cordobesa, pero no se atreve a afirmarlo.

El dicho podría tener una explicación desde el punto de vista árabe medieval: ir de lo cercano (Córdoba) a lo extremo (La Meca); o, metafísicamente, ir de lo material (casa de moneda) a lo espiritual (La Meca).

La opinión más reciente, a juicio de Iribarren, es la del cirujano barcelonés P. Pulach, en un artículo de la revista ‘Medicina e Historia’. Afirma que ‘ceca’ se debe a los venecianos, que lo aplicaron a su casa de la moneda y que ‘meca’ se refiere a la de Arabia. La frase pasó a otros países, según él, debido a las Cruzadas y a la intervención de España en los asunto italianos, en Nápoles y Sicilia, y en la coalición con Génova y Venecia contra los turcos, que culmino en la batalla de Lepanto.
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