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Dar veinte para aprovechar uno

20/11/2023
 Actualizado a 20/11/2023
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El despilfarro de las administraciones públicas en las ferias de turismo es un pozo sin fondo que no conoce límites; es algo vergonzoso a los ojos del ciudadano pero tremendamente gratificante para algunas empresas. Esto me lo contó con más o menos estas mismas palabras hace unos cuantos años una comercial de una empresa editora cuyo volumen de negocio se repartía en un noventa por ciento dinero público, diez restante empresas privadas.

Facturaban en ese momento unos 10 millones al año de los cuales nueve salían del bolsillo de los contribuyentes principalmente vascos, porque la empresa estaba asentada en una de las tres provincias de esa región, aunque recibían encargos de toda la geografía española por la calidad de sus acabados y el mimo que le ponían a los trabajos de edición y de impresión.

Si algún año ha estado en ferias como Intur, la que se celebró en Valladolid estos días de atrás y donde León llegó con la intención de exhibir modernismo por los cuatro costados, habrá podido comprobar que el despilfarro en materiales promocionales es inmenso. Tanto como decía la comercial de la imprenta que le mencionaba al principio y a sabiendas de que seguramente ni el uno por ciento de los materiales distribuidos va a repercutir en clientela. Y el 99 restante irá a la basura directamente.

Algo similar ocurre con los materiales de publicidad que se buzonean y con los libros que se hacen exclusivamente para regalar, que pierden cualquier valor que pudieran tener simplemente por el hecho de llegar de manera gratuita a las manos equivocadas. Recuerdo, al hilo de esto, que siempre decía Conrado Blanco, mecenas bañezano, que sabía perfectamente que de cada diez libros o veinte que regalaba se iba a leer uno, pero que sólo por ese habría merecido la pena.

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