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«Dame el que toque»

16/12/2016
 Actualizado a 16/09/2019
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El otro día me timaron, o al menos lo intentaron. No se asusten, era broma pero yo piqué. Eso sí, al parecer no fue la única, aunque ya se sabe el refrán: mal de muchos, consuelo de tontos. El caso es que estos días, como media España, vivo con la esperanza de que me toque la lotería, llamadme ilusa.

El caso es que pedí un décimo en uno de esos bares en los que tienes que tenerlo no vaya a ser que toque, porque pasas allí demasiado tiempo, y el camarero me dijo que tenían dos número. Vaya drama. «¿Cuál quieres el que va a tocar o el que no?», me preguntó. «Dame el que toque», le reclamé yo. Hasta que dos segundos después se me encendió la bombilla. Mi cara de circunstancia debía de ser todo un poema al descubrir que no podría coger los décimos porque en ese momento no tenía 40 euros en la cartera. Luego vinieron las risas y me dijeron que los bares sólo jugaban un número, menos mal.

Pero en ese momento descubrí que con esto de la lotería me puede el ansia, o igual es la ilusión, yo que sé. El caso es que mientras toman posiciones los niños de San Idelfonso y se confirma la más que probable debacle –que no nos toque ni siquiera lo jugado– estos son los días de soñar con qué hacemos si nos cae un ‘pellizco’ –a parte de dar a Montoro su parte correspondiente–, y repasamos mentalmente los sitios ‘imprescindibles’ en los que tenemos que comprar un décimo, «el que toque».
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