Sostenía el otro que las bicicletas eran para el verano; pero el cronista opina que las que son para el verano son las conversaciones familiares. Hablar con familiares y parientes, con vecinos, con extraños, sobre asuntos que durante el resto del año se desvanecen en las nieblas del olvido. Hablar del pasado, en definitiva. Hablar de gentes conocidas, de lo que ha sido de ellas, y escuchar en labios de Pepín el de las Bodas que es habitual ver a los que han sido ricos convertidos en pobres, y a los que eran hijos de pobres convertidos en ganadores. Y ejemplos no le faltan. Mujeres que eran hermosas de jóvenes y ahora son una ruina; y otras que parecían feas y ahora deslumbran cuando pasan y saludan.
Luis Cernuda, en Ocnos, dice: «Llega un momento en la vida cuando el tiempo nos alcanza». Es entonces cuando comenzamos a interesarnos por los demás, por lo que ha sido de ellos, por si viven, por si han vuelto para pasar el verano en el pueblo como solían. El tiempo ha alcanzado a 360 de más de 100 años de edad en la provincia. Aquellos a los que perdimos de vista y tan solo vemos en verano, tal vez estén ocultos, y nos dicen quiénes somos al decirnos quiénes fuimos.
Cuando el tiempo nos alcanza nos volvemos más humanos. Es como si miráramos a los demás ya sin prejuicios, sin malicia, sin reservas, sin reparo alguno. Cuando Emilio el de Vidanes, 85 años, te pregunta cómo te ha ido en el extranjero, no es consciente de hasta qué punto lo eres ya sin remisión, y cuánto de ti has tenido que ir dejando por el camino hasta llegar a diluirte, siempre a la defensiva, sin arraigo, como verdadero extraño en este mundo.
Lo que pasa es que tampoco ellos saben nada de ti y te están mirando acaso con los mismos ojos con que te miraban cuando salías de la escuela de Don Marcos, de Pallide, y te acercabas a su casa preguntando qué había para comer; y si eran fréjoles te auto invitabas tu mismo. Frejolero, te llamaban todos. Pero los que ahora habitan aquella casa no lo saben. Emilio, sí. Recuerda que te enviaba a preguntarles a los padres si te dejaban quedarte. Y te dejaban. Lo exigías.
«Quiero decir que a partir de tal edad nos vemos sujetos al tiempo y obligados a contar con él, como si alguna colérica visión con espada centellante nos arrojara del paraíso primero, donde todo hombre una vez ha vivido libre del aguijón de la muerte». Escribe Cernuda.

Cuando el tiempo nos alcanza
26/08/2019
Actualizado a
14/09/2019
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