Raúl Barrientos Antón

Cuando la democracia incomoda

30/12/2025
 Actualizado a 30/12/2025
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La Región Leonesa se encuentra hoy en una paradoja que refleja con claridad el momento político que atravesamos. Mientras una parte creciente de la sociedad expresa de forma clara y democrática la necesidad de revisar el actual modelo autonómico, los grandes medios de comunicación y los principales partidos optan por el silencio, cuando no por la negación directa. Lejos de debilitar el movimiento leonesista, esta actitud lo fortalece.

No se trata de un olvido inocente. La ausencia sistemática del debate leonés en medios nacionales y en editoriales de peso responde a una estrategia de comodidad política: evitar cuestionar un modelo que ha demostrado ser ineficaz para León, Zamora y Salamanca. Pero el silencio tiene un efecto paradójico: lo que no se nombra en los titulares se defiende cada día más en la sociedad. Manifestaciones, posicionamientos institucionales y una implicación juvenil creciente muestran que el movimiento leonesista no solo existe, sino que consolida su legitimidad.

La paradoja democrática es evidente: se invoca la defensa de la democracia mientras se niega un proceso plenamente legítimo, respaldado por la Constitución y la voluntad popular. Negar este derecho no solo es contradictorio, sino que socava la credibilidad de quienes se presentan como guardianes de los principios democráticos. En este contexto, cabe preguntarse: ¿cómo puede hablarse de representación si se silencia a una parte significativa de la ciudadanía?

Los grandes partidos han optado por no responder a los argumentos. No se rebate la evidencia histórica de una región con identidad institucional propia. No se discuten los datos económicos que sitúan a la Región Leonesa entre los territorios más castigados por la falta de inversiones estratégicas. No se afronta la realidad demográfica de una despoblación acelerada que el actual marco autonómico no ha sabido (o no ha querido) revertir. Cuando no hay réplica, no hay debate; y cuando no hay debate, lo que existe es una voluntad clara de no incomodar al poder establecido.

Pero preocupante si es el silencio de las direcciones nacionales, más grave aún resulta la actitud de determinados representantes públicos de la propia Región Leonesa. Cargos que, desde León, Zamora o Salamanca, evitan deliberadamente el debate, minimizan una demanda social creciente y actúan como si reconocerla fuera una amenaza y no una obligación democrática. Negar esta realidad desde dentro no es neutralidad: es renuncia. Y quién renuncia a escuchar a su territorio no puede decir que lo representa.

La historia demuestra que ningún proceso de cambio profundo nace con el beneplácito de los grandes aparatos políticos o mediáticos. Primero se ignora, después se minimiza y, finalmente, se asume. El leonesismo se encuentra claramente en ese tránsito. Su legitimidad no depende de editoriales ni de consignas partidistas, sino del respaldo social que continúa creciendo a pesar (o precisamente a causa) del silencio.

De cara a las elecciones autonómicas de 2026, la pregunta ya no es si el leonesismo tiene razón, sino quién tendrá la responsabilidad de escucharlo. El horizonte es claro: habrá consecuencias políticas para quienes ignoran la voz de su propia gente, porque la legitimidad no se dicta desde los despachos ni desde los titulares, sino desde la conciencia activa de la ciudadanía.

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