En mi pueblo, porque somos así, tenemos tantas fiestas que casi no hay días para celebrarlas. La penúltima del año es la de “la Cruz” que se celebra el segundo domingo de septiembre (suele coincidir con “El Cristo”, fiesta genuina dónde las halla, que es la mayor en Bembibre, en Villafranca o en Muelas de los Caballeros). Es la más nueva, porque se comenzó a hacer cuando un cura del gachi, que andaba por México, consiguió reunir dinero para hacer una Cruz monumental, exagerada, en el alto de la Quebrantada. La construyó un alcalde socialista, y de las JONS, y desde entonces se sube a oír una misa de una hora y a comer bollos preñaos y un bocadillo de caballa o de chicharro en escabeche. Uno, la verdad, es que siempre odió con toda su alma esta fiesta, porque me parece impostada, advenediza, traída por los pelos; nada genuina, en una palabra. Esa cruz, también, cuando llega la Navidad, Santiago, Villasfrías o Semana Santa, se ilumina como una antorcha y se parece, talmente, a las que quemaban los hijos de puta del KKK cuándo mataban a un negro por un “quítame allá esas pajas”. Los israelitas, tal vez, deberían aprender de nuestra liturgia y asumir su boato y su parafernalia y empezar a iluminar los caminos de Palestina con cientos de cruces ardiendo con el combustible que aportan los cuerpos de los desheredados de la historia... Total, una vez fiambres, ¿qué más da lo que se haga con ellos? Lo jodido del asunto es que la gente acude como en manada (a la Cruz, digo), con el inconveniente de que suben y bajan andado, que es un polvo por su sitio, lo mires como lo mires, porque la subida en pindia como ella sola, no un paseo por las nubes... Uno, ¡claro!, no pone ninguna pega a que la gente vaya..., ¡mientras no me obliguen a mí..., pan pasapán! Ese mismo domingo, en el mundo sucedieron muchas cosas, por demás sabidas. Los israelitas mataron la cuota correspondiente de palestinos, los occidentales siguieron contando las mentiras habituales sobre Ucrania, los polacos y los bálticos, y aquí, ¡cómo no!, los partidos siguieron diciendo las tonterías y sandeces a las que nos tienen acostumbrados. Nada nuevo bajo el sol. Deberíamos estar acostumbrados a todos estos dislates, pero, por lo menos uno, no es capaz de tragarlos sin que se le revuelva el estómago. ¿Cómo podemos ser tan cafres?, ¿cómo podemos asistir a todos estos disparates y no haber salido a quemar las calles? Qué conste que sé que, al final, si lo hiciéramos no conseguiríamos nada, pero ¡coño!, la satisfacción que le queda a uno vale algo, vamos, digo yo. Es como lo de los manifestantes que suspendieron la Vuelta ciclista a España en Bilbao, en Galicia o en Madrid: como actitud, perfecto, pero las hostias que recibieron algunos fueron por nada, por casi un sacrificio. Palestina, por desgracia, seguirá sufriendo y sufriendo hasta que sus habitantes se hayan tenido que marchar a vete tú a saber dónde, porque, no dudéis, Israel no va a parar hasta conseguirlo, por muy chulo que se ponga nuestro pueblo y nuestro gobierno. Los apoyan los yanquis y con esto está dicho todo; no es la primera vez que sucede algo así en el mundo: en el siglo pasado, los turcos mataron a más de un millón de armenios (sobre una población de tres millones); el mismo número de fiambres cepillaron los croatas de serbios, montenegrinos y de bosnios; y si echamos la vista atrás, los cruzados, masacraron a innumerables musulmanes en sucamino a Jerusalén, bendecidos, eso sí, por el Papa. El hombre no espabila ni a tiros y lo único que le queda es esperar a que se repitan las barbaridades que cometieron nuestros ancestros. Todo esto que os cuento ya lo dijo Demócrito hace casi tres mil años y no nos debería nunca coger por sorpresa. El nacionalismo (porque todo este barullo es, al final, nacionalismo rancio), es el causante de dos guerras mundiales y de multitud de otras de pequeña intensidad, que produjeron, eso sí, millones de muertos: eso lo sabe hasta el más tonto de la clase. Sin embargo, la máxima institución internacional, la Organización de las Naciones Unidas (ONU), tiene en su nombre la palabra nación, con lo que, como ha sucedido en el devenir de los años, no se podía esperar nada bueno de ella. Bueno, pues lo dicho: el domingo pasado se celebró en Vegas la fiesta de la Cruz y no acudí... ¡bastante Cruz tenemos encima como para hacer alegrías! Salud y anarquía.
La cruz
18/09/2025
Actualizado a
18/09/2025
Comentarios
Guardar
Lo más leído