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Creo que soy gafe

21/03/2016
 Actualizado a 07/09/2019
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Soy gafe. No un gafe peligroso, creo, pero cuando llegó a algún sitio suelen ocurrir cambios más o menos drásticos. El día que nací mi tío tuvo un accidente –no le pasó nada– cuando se dirigía a recoger a mi madre para llevarla al hospital. El curso que finalizaba los estudios en las Josefinas compró el colegio en el que había estudiado toda la vida El Leonés –lo cual tampoco sé si es bueno o es malo¬– y las monjas se fueron a otros lares. Entrené hasta los 18 años en el embarrado campo de fútbol del CHF y el año que colgué las botas el Ayuntamiento de León lo puso de hierba artificial. El año en el que debería haber sido nombrado colegial mayor —del Colegio Mayor Universitario Marqués de la Ensenada, en Madrid— obligaron al patronato que lo gestionaba a cerrarlo para hacer urgentes reformas y me quedé sin mi beca. El invierno que estuve estudiando en Finlandia fue el más duro desde que se tienen datos y en las primeras vacaciones que pasé en Marruecos los ancianos de Marrakech afirmaban que no habían tenido tanto calor (alrededor de 48º) en la vida. Es más, el pasado octubre pasé ocho días en Edimburgo y en todo ese tiempo solo llovió media hora. Pero no solo de fenómenos atmosféricos y cambios institucionales vive el hombre. El primer verano que trabajé en un periódico cerraron la rotativa y años más tarde cuando comencé como becario en esa misma casa echaron al director. Y adivinen quien tenía billete para el primer AVE que salió demorado de la estación de León. Las primeras elecciones a rector de la Universidad de León que he tenido que cubrir se tendrán que repetir y en las últimas elecciones generales, al poco de llegar a la sede del PSOE de León se supo que había perdido su segundo diputado por León a favor de Ciudadanos… Por eso, dependiendo de la estima de la estima que le tenga a la otra parte, cuando por primera vez me invitan a alguna cosa, me pienso más o menos si aceptar la invitación.
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