La ciencia arroja cada día más luz sobre el origen del hombre, por lo que, creencias muy respetables aparte, terminará por contestar a una pregunta. ¿Somos fruto de un proceso tras millones de años de evolución o el resultado de un plan divino? Cierto es que responder a una u otra hipótesis significará ponernos ante un concepto de ser humano distinto en función de la conclusión a la que lleguen las investigaciones.
Frente a la incertidumbre del más allá las creencias religiosas suelen ayudar a las personas que buscan encontrarle sentido a la vida, siempre que las mismas tengan un coste humano asumible y no atenten contra los Derechos Humanos: «Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos».
Para muchos pensadores no puede ser una genial casualidad que exista el cosmos, aunque los hay que se ciñen a la teoría del Big Bang… e incluso visto desde el punto de vista del científico que se encuentra con algo que no tiene explicación lógica, y no puede ser casual, por lo que surge la creencia en el ser superior.
Las tres religiones monoteístas persiguen un mismo fin: la salvación del alma y su eternidad en el paraíso. La palabra alma se utiliza en las Escrituras como sinónimo de espíritu para describir a una persona que, tras sucesivas etapas, representa la vida eterna después de la muerte.
A no ser que uno siga a Nietzsche que fue un ateo contumaz durante su vida adulta que no creía en la existencia de Dios, pues manifestaba que Dios no fue el creador del hombre, no, sino que fue el hombre el que creó a Dios.
Aunque hay personas que entienden y asimilan mejor la creación del «primus inter pares» a través del barro, (Génesis 2:7-25 BHTI), que en el eslabón perdido que buscaba Darwin entre el primate y el Homo sapiens.
Ahí os dejo con vuestros dogmas, descreimientos o reflexiones, ya que los credos son temas muy complejos. Salud.