Ha tardado un solo día en descubrirse que la Fórmula 1 en Madrid no será a ‘coste cero’ para las administraciones públicas como anunció la presidenta de la Comunidad de Madrid. Supongo que no habrá sorprendido a nadie porque un evento de repercusión planetaria conlleva una tremenda inversión. Me alegra que la cortina haya caído esta vez tan pronto a ver si los políticos dejan de tropezar en una tramposa concepción de la austeridad pública que tanto daño ha hecho al sector cultural, turístico y deportivo.
Ayuso quiso adelantarse a las críticas recurrentes y se equivocó porque lo que debe defender un gobernante es la eficacia de las apuestas que hace con dinero público. A mí la Fórmula 1 en Madrid o Montmeló me importa estrictamente un pimiento. Pero si fuera madrileño y es cierto que generará un retorno de 450 millones de euros y 8.000 empleos directos no me importaría en absoluto que hubiera que rascar dinero de mis impuestos. Gestionar bien no es gastar menos si no gastar mejor.
Esa dañina percepción de la cultura y el deporte como gasto recortable ha permeado tras las últimas crisis económicas de lo público a lo privado. Falta en España más inversión privada en unos sectores multiplicadores de riqueza que siguen siendo entendidos por muchos empresarios como la limosna (o casi impuesto revolucionario) que les exige la sociedad. Y una Ley de Mecenazgo. Sin embargo la cultura y los eventos son para un país turístico y de servicios como el nuestro un motor esencial de la economía. Y deben costar dinero. La cultura a coste cero fomenta el loable voluntariado que alimenta el alma pero no la cuenta corriente. Una industria cultural fuerte, profesional y de calidad es el elemento diferenciador de un destino turístico.
Necesitamos gobernantes valientes. Que apuesten sin tapujos por grandes proyectos para su territorio y arrastren dinero privado. Las críticas no tocan ahora. Vendrán luego, si la Fórmula 1 en Madrid termina en ruina como ya ocurrió en Valencia.