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Las cosas que no perdimos en el fuego

26/12/2025
 Actualizado a 26/12/2025
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Las cosas que perdimos en el fuego’. Podría ser el epitafio del año 2026. Pero resulta que también es el título de un libro de relatos inquietantes de Mariana Henríquez. Un libro que estaba ahí antes del fuego. Los libros siempre han estado ahí. Os contaré una historia sobre ello porque el solsticio de invierno es época de contar historias al calor de la lumbre. 

En mis Navidades de los doce años acompañé a mis padres a comprar los regalos para mis hermanos, que aún creían en los Reyes. Me sentí adulta, me sentí responsable. Recuerdo que fuimos a una juguetería enorme que había en La Bañeza. Abajo droguería y arriba, pasillos y pasillos de cajas de juguetes. Recuerdo que hacía frío, pero yo tenía calor. La emoción de estar allí, eligiendo los regalos para mis hermanos, cuchicheando con mis padres. Sentí que entraba en otro círculo. El círculo de los secretos de los adultos.

Esa fue la última Navidad con la familia al completo, la última Navidad con regalos. Mi madre murió. Y todos dejamos de creer en los Reyes. Todos dejamos de creer, así, en general. 

También se acabaron los regalos. Empezó otra rutina navideña: mi padre nos llevaba a León, a la librería Pastor, y nos dejaba allí toda la mañana. Podíamos comprar todos los libros que quisiéramos. No había límites. Durante años, los regalos de Navidad consistirían en eso: libros. La librería sustituyó a los Reyes. La librería sustituyó, en parte, a mi madre. Los libros se convirtieron en amigos, confidentes, fuente de amor. 

Los libros siempre estuvieron ahí, antes y después de mi madre.

En la familia cada uno de nosotros sobrellevó el duelo como pudo. En aquella época no se hablaba de psicólogos. El trauma lo pasabas así, a lo bestia. Mi padre se refugió en su trabajo, en su majada de ovejas y en sus caminatas por el campo. Yo me refugié en las caminatas por el campo con mi padre, pero, sobre todo, en los libros.

Los libros estaban ahí, antes y después de mi madre. 

Este año he publicado tres libros: una novela negra, una novela infantil, un libro de paseos en la naturaleza. Ahora no solo leo libros, también los escribo. Y no solo camino en la naturaleza -aunque sin mi padre-, sino que escribo sobre naturaleza. Sobre la alondra, el corzo que salta el regato, el lobo que aúlla en la espesura. Los libros siguen siendo amigos, confidentes y fuente de amor. Estaban ahí antes del fuego. También estaba el bosque, la montaña, el río. Y seguirán estando: los libros, y el bosque, la montaña, el río.

Los libros son el antídoto contra las cosas que perdimos en el fuego. Porque los libros no los perdimos en el fuego. Y la tierra, la ‘nuesa’ tierra, está ahí esperando a volver a renacer. 

Os deseo un año 2026 pleno de libros, amor y naturaleza. Y sin fuego.

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