17/03/2024
 Actualizado a 17/03/2024
Guardar

Las belicosas redes sociales, la prensa partidaria y las charlas de barra de bar (que vienen a ser lo mismo) confrontan estos días las corruptelas de los dos partidos mayoritarios del país. No hay color, por supuesto, entre el que ha hecho de tal comportamiento ‘modus operandi’ de su organización (sede en negro, condena judicial a la formación, sueldos bajo mano, ministros en prisión, etcétera) y otro que baja la cabeza cada vez que hay un caso que, por otro lado, no saben evitar en aparato tan enorme y actividad tan susceptible al pelotazo.

Para la sociología política, si eso existe, quedan los distintos gestos y reacciones en cada parte de ese «espectro político». En el lado izquierdo el esquema es claro: pese a la existencia de tramas lo habitual es la picaresca individual, la conjura de necios chorizos de poco fuelle en que acaba por descubrirse su zafia propensión a lo peor del estilo torrente: marisquerías y burdeles, el tilín de los wiskis… Alguien podría pensar que es falta de costumbre: no saben qué hacer con el dinero y acaban por imitar los peores gags.

En el lado de la derecha no existe ese problema. Aparte de no simpatizar con el cine, saben manejar dinero de nacimiento. Hay quien diría que lo fabrican ellos. Dominan la ingeniería financiera, los paraísos fiscales, las empresas tapadera, las facturas falsas, los contratos con amiguetes y testaferros del barrio de Salamanca… Y saben dónde invertir: los bienes raíces son sus raíces.

Cuando les pillan, aquellos callan como alimañas o claman por su inocencia en un ambiente de gafas oscuras, carreras al coche o sonoros golpes de pecho en ruedas de prensa sin preguntas. Mientras, los de derechas no pierden ese tiempo: la culpa es de otros. Si van por ellos es porque alguien va por ellos. Es una venganza, una persecución; cómo se atreven a cuestionar dónde debe estar el dinero. En Estados Unidos o España se sigue el mismo manual, el del legítimo líder, el líder por derecho natural. Que les pillen en mentiras o renuncios no importa: su indignación es justa porque, seguramente, creen a pies juntillas que esas ganancias se les deben a causa de su sacrificio personal al frente de las instituciones. ¿Qué otra cosa son estas sino fastidiosos negociados para los intereses de allegados y afines? ¿Qué otra manera de servir a lo público sino la de regresar el capital –si puede ser con intereses– al lugar de donde el avieso bien común lo arrebató?

Aún no hemos visto una reacción adulta: mea culpa, dimisión, tribunal y pena. Pero ambos grupos, al fin, saben que el tiempo sedimenta y cuesta cavar después. ¿Han leído los enormes titulares del asunto ‘Perla Negra’, el mayor caso de corrupción de esta Comunidad autónoma en prensa de esta misma Comunidad? El edificio llamado así se adjudicó en 2005. Hace once años que se instruye la causa de su enorme sobrecoste. Este jueves declaró como testigo el expresidente Juan Vicente Herrera. Este último jueves.

Lo más leído