Imagen Juan María García Campal

Cooperadores necesarios

24/01/2018
 Actualizado a 19/09/2019
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Podría pensar que mis conciudadanos gozan de gran destreza en el ejercicio de la virtud de la paciencia –capacidad de padecer o soportar algo sin alterarse– ante el estado de la Nación, principalmente en lo referido a extensión y coste social y económico de la corrupción pública, administrativa y política; el grave deterioro de los servicios públicos –sobremanera sanidad, educación y justicia– y, ya no digamos, la injusta distribución de la cacareada y llamada recuperación económica, de la que, según el último informe de Oxfam Intermón «entre 2013 y 2015, 29 de cada 100 euros provenientes del crecimiento económico fueron a parar al 10% con rentas más altas, mientras que sólo 8 han terminado en manos del 10% más pobre» o donde «los beneficios empresariales crecieron en 2016 un 200,7% respecto de 2015 y, con ellos, el reparto de dividendos mientras que el coste laboral por trabajador se mantiene estancado desde 2012».

Podría llegar a pensarlo, si no supiera algo sobre el estoicismo como «fortaleza o dominio sobre la propia sensibilidad» y también sobre la resignación «entrega voluntaria que alguien hace de sí poniéndose en las manos y voluntad de otra persona», que considero mucho más ajustada a la real situación, más, sabiendo del poco aprecio que normalmente se tiene por la filosofía («la filosofía es la ciencia que complica las cosas que todo el mundo sabe», dijo un escritor cuya obra admiro) y el hondo arraigo –siglos de poder– del catolicismo y su aplazada redención y salvación: «a ti clamamos los desterrados hijos de Eva, a ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas». Porque otra posibilidad, que no me permito contemplar por ser más un juicio de intenciones que una constatación de hechos, por más que dudas tenga, es que se haya asumido la corrupción, o cierto nivel de ella, como admisible para el logro de los propios intereses; o que se vea y fomente el deterioro de los servicios públicos como oportunidad de negocio;o que, por encima de la justicia y del bien común, se mantenga el anhelo de pertenecer a la minoría que explota al resto, es decir, no la digna mejora de la vida propia sino el más indigno desclasamiento.

Así que siendo todo lo dicho consecuencia de una acción política concreta, acaso se haya sido o se vaya a ser cooperador necesario a tal estado de cosas. Se hace preciso usar el voto para la necesaria regeneración democrática, no la rendición en forma de abstención. Lo demás será cooperación necesaria o silencio cómplice.
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