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Conversaciones con Monika Zgustova

04/03/2024
 Actualizado a 04/03/2024
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Reunirme durante la sobremesa con la escritora checa Monika Zgustova es todo un regalo. En la ciudad en la que estamos, al lado del mar, llueve con engañosa mesura, pero en el océano se observa un oleaje que anuncia tempestades. No obstante, Zgustova es todo calma y tranquilidad. En el bar de ‘El indiano’ pedimos té y café, también un leve sorbo de whisky, en mi caso, y todo contribuye de pronto a una reunión cercana y cálida, a pesar del tiempo desapacible y de la actualidad, también incómoda en los tiempos que corren. Zgustova bebe lentamente, habla con gran precisión, como escribe, y transmite una sensación confortable a quien la escucha.

Cerca de aquí nos reunimos en 2018, cuando había publicado ‘La intrusa. Relato íntimo de Gala Dalí’, siempre en Galaxia Gutenberg. Escribimos en estas páginas de aquel encuentro. Monika suele novelar las vidas de mujeres fuertes y singulares, sometidas a menudo a los vaivenes de la historia. Relacionadas con grandes figuras del arte o de la cultura, y grandes figuras ellas mismas, hayan sido reconocidas como tales en su momento o no. Ahora acaba de publicar, también en Galaxia Gutenberg, como decimos, ‘Yo soy Milena de Praga’: un viaje a la existencia de otra gran mujer centroeuropea.

Fue en 2018 cuando conocí a Zgustova por primera vez, ya para entonces afamada escritora y traductora (desde el checo, desde el ruso), también fuera de nuestras fronteras. Podría decirse que ella es responsable de la introducción de la cultura de su país en nuestra lengua, al menos en las últimas décadas, porque se ha preocupado con ahínco de traducir a Bohumil Hrabal o Václav Havel, por citar tan sólo dos nombres. Monika ha trabajado por la interculturalidad, por la transmisión del conocimiento, de la libertad creadora y de la belleza literaria en el corazón de Europa. Su labor ha sido extraordinaria. Pero no querría hablar en pasado, de ninguna manera. Zgustova sigue ahí, con la misma pasión por contar vidas que sin duda merecen la pena ser contadas.

Regresa ahora de una residencia literaria de los Estados Unidos, me dice. Allí ha compartido un tiempo con escritores de otros países, en el centro cultural Art Omi, en Columbia, en el estado de Nueva York. «Un paraíso, un lugar de trabajo y encuentro, rodeado de vegetación y de paz», explica. Bosques tupidos y mesas en el exterior para cenar. He visto algunas fotos en su cuenta de X, como se llama ahora Twitter. De allí, Monika llegó con una primera versión del manuscrito de ‘Yo soy Milena de Praga’. «Luego, hubo que dedicarle más tiempo», aclara, pero las líneas maestras de la historia se trazaron allí. Monika Zgustova conoce bien Estados Unidos. Vivió un tiempo allí, cuando estudió en la Universidad de Illinois. También residió en Chicago y Nueva York en los años ochenta. Más tarde, Europa ha sido su gran territorio de encuentros e investigaciones, trabajando a menudo en torno al exilio y sus consecuencias. Sus libros rezuman esta conciencia paneuropea. Y está, claro, su llegada a Barcelona hace ya unos veinte años. 

Así que, mientras pasa la tarde lentamente en ‘El indiano’, hablamos de Milena de Praga. Monika habla de esta mujer excepcional, que tuvo que luchar para abandonar los márgenes de la cultura, donde quisieron arrinconarla. Rebelde y decidida, logró salir de aquel matrimonio tóxico con el escritor austriaco Ernst Polak, en el que tanto se empeñó. Un enamoramiento que pronto se reveló un grave error. Desde la noche de bodas. Y Milena vivió entonces el abandono y el desprecio, en una ciudad, Viena, donde era extranjera. Aquí asistimos a la relevancia de los cafés en la construcción de la Europa de aquel tiempo. Los cafés para las reuniones, los encuentros intelectuales, la vida entre paréntesis. Y, simultáneamente, para toda la belleza que, sin embargo, amasaba en el horizonte el aire de una derrota, el fuego de algunas tragedias inminentes. Aquella Europa, algo olvidada hoy. de los días del imperio austrohúngaro, que, para 1919, se desintegraba y cambiaba de manera drástica los mapas del continente. 

«Con el exilio se pierden todos los puntos de referencia, el lenguaje entre ellos, y entonces estás como en una especie de vacío», cuenta Monika mientras hablamos de su territorio creativo favorito. Algo que ella conoce de primera mano, y que le ha servido para construir algunos de sus personajes (mujeres, sobre todo), obligadas a vivir en escenarios de conflicto y trauma. «En el exilio se pasa muy mal al principio, pero te vas curtiendo. Te haces muy fuerte. Cuando di el paso y me mudé a España también fue bastante duro. No conocía el idioma, no tenía trabajo ni dinero... Pero ahora, visto en perspectiva, sientes que todo ha merecido la pena. Sientes que, sin duda, ha sido mejor así que si todo hubiera sido muy fácil en tu vida…»

Hablamos de Milena como de alguien que supo entender la diversidad, el encuentro cultural, la importancia del lenguaje. La lucha por la verdad y el amor en tiempos difíciles. Y, claro, su amistad y su amor con Franz Kafka. Porque eso es lo que más se conoce de Milena de Praga. Y la gran relación, sobre todo epistolar, entre ambos intelectuales. Monika Zgustova tiene algo de todo eso: traductora, transmisora de la cultura de su país, constructora de vínculos, profundamente atravesada por los grandes cambios de la historia. 

«En todo el imperio había decenas de idiomas, como en Viena también… Tres lenguas se hablaban en Praga. Y estaban las religiones, las tradiciones culturales. Todo esto hizo que apareciera una pléyade de escritores maravillosos», va explicando Zgustova. Lo que sucedió es que muchos de ellos tuvieron que abandonar Europa, como es bien sabido, sobre todo a partir del ascenso del totalitarismo. Y así, la cultura judía, por ejemplo, se hizo paulatinamente fuerte en América, «hasta el punto de que muchas de sus palabras han entrado en el idioma inglés», dice Monika. 

Milena vivió ese mundo complejo, y lo hizo con valentía. Es lo que se cuenta en este libro. Milena vivió continuamente entre diversas culturas y diversas lenguas. «Con Kafka hablaba en alemán, aunque Franz a veces le decía que le escribiera en checo…» Milena tuvo que tomar grandes decisiones. Se divorció de Polak, se casó con un arquitecto checo… Pero lo que transformó su vida fue su amistad con Kafka, al que tradujo, y al que conoció muy bien. «Milena aprendió de Kafka que a veces la vida no te deja vivir en la verdad, pero él la cambió por completo, porque Kafka era, sin duda, un ser muy especial», me dice Monika. Milena, tras ser arrestada por la Gestapo, fue internada en el campo de concentración de Ravensbrück, donde murió en 1944.

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