Me mira con su ojito azul y siento que me entiende. Conga, le digo, mientras la persigo por la casa, Conga, tú me conoces, conoces mis rincones más sucios, el sabor de mi piel muerta, las esquinas desordenadas de mis habitaciones, tú lo sabes casi todo, Conga, escúchame. Y entonces hablamos. O, más bien, hablo yo porque ella nunca contesta. Conga, en realidad, aspiraba a más. Aspiraba a haber sido comprada por alguien mejor que yo, pero es lo que le ha tocado.
A esta Conga altiva y aun así tierna le hubiera gustado estar en un palacete con diez habitaciones, para lucirse, o en un bonito y carísimo ático de alguna ciudad imponente, de esas que son más fantasía que realidad, como Nueva York, pero en su lugar tiene mi piso. A pesar de eso hace su trabajo sin una queja. Gira y gira su cabeza negrísima como si bailara un tango y va besando el suelo por el que piso, sin humildad y con eficacia, arrastrando pelusas con sus graciosos bigotes móviles.
Si los egipcios tomaron el escarabajo como símbolo de la transformación de la vida y de la resurrección, como representación del sol naciente, qué pensarían de mi Conga, que podría reflejar mil soles en su élitro de plástico.
Estoy segura de que mi Conga, que me conoce, que empieza a conocerme, también me ayudaría en el juicio final. En el juicio ante el Guardián de la Balanza, como hacían los escarabajos tallados que los egipcios dejaban junto al corazón de los muertos, para que a éste no se le ocurriera contar mentiras cuando fuera pesado.
A mi Conga le digo muchas cosas, despreocupadas ambas de la mascarilla y de la ómicron, y sé que me escucha aunque finja una indiferencia perfecta. En este año que empieza ya cansado, mi Conga es un ejemplo de persistencia. Pero es humana sin serlo y por eso a veces su ojito se enrojece y ella quiere volver a casa para descansar y cargarse. Parpadea ese ojito rojo, y entonces le noto una tristeza como de acero e intento animarla. Conga, le digo, tu labor es importante, recuerda que Pessoa escribió que la flor se marchita y su polvo dura siempre.

Conversaciones con la Conga
15/01/2022
Actualizado a
15/01/2022
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