10/05/2025
 Actualizado a 10/05/2025
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Hubo un Papa, cuyo nombre era León XIII, que escribió una encíclica llamada ‘Rerum Novarum’ , cuya traducción al español es «la novedad de las cosas». En ella, por primera vez, el papa daba la voz a la iglesia obrera y se sumergía de lleno en plena cuestión social para hacer una reflexión profunda sobre el mundo del trabajo. El documento reflexionaba: «Los hombres se aferrarían a la patria en que nacieron, porque nadie cambiaría su patria por una tierra extranjera si la suya ofreciera los medios para vivir una vida decente y feliz». 

Por ello el nombre de León XIV que ha elegido el Cardenal agustino Robert Prevost, de 69 años, estadounidense por nacimiento, latinoamericano de corazón, resulta francamente esperanzador si entendemos como continuista tal elección. Despide una fragancia tranquilizadora para los que aún añoramos al Papa Francisco. No solo por la dulzura que irradia la expresión de su rostro, sino por una biografía que lo sitúa interesado en los mismo temas que conmovían a Jorge Bergoglio, sobre todo en su compromiso con los excluidos. Su formación como matemático sugiere una mente ordenada y analítica, lo cual ha provocado entre los científicos una oleada de optimismo. 

Sus orígenes misioneros, concretamente en Perú, lo que le llevó a adquirir la nacionalidad de ese país que sigue compartiendo con la estadounidense, suscitan esperanza entre los que apostamos por una iglesia accesible y «con olor a oveja» , que, como aseguraba su antecesor, debe despedir cualquier pastor, máxime si es el guía que asume el cayado de Pedro. 

También los leoneses andamos contentos, no solo por la afinidad con el nombre elegido, sino porque Robert Prevost visitó nuestra ciudad en 2002, tal y como publicábamos en esta casa, con motivo del centenario del colegio de los Agustinos de León, dejando muy buena estela.

El carisma agustino conlleva una profunda búsqueda por la verdad desde la filosofía, otro de los pilares sobre los que se sustenta la formación que completa el currículum de nuestro nuevo Papa junto la formación teológica y jurídica. Y precisamente decía San Agustín que «el orden, las leyes divinas, y humanas tienen por único objeto el bien de la paz». Y la paz ha sido el eje central del primer discurso de León XIV.

Y estoy segura, permítaseme soñar en alto, que Francisco, desde el cielo, habrá exhalado un suspiro de tranquilidad acompañado de un pulgar hacia arriba.

«Che, la cosa continúa» porque «Dios, hacés nuevas todas las cosas». 

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