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La consistencia de la arena

11/05/2025
 Actualizado a 11/05/2025
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La arena invade infinidad de alegorías y comparaciones. Una cantidad inabarcable (los errores humanos, las estrellas del universo, los átomos que todo forman…) siempre se enfrenta o supera al de granos de arena de los desiertos o las playas del mundo. Desierto y playa: aquel hostil y redundante, esta refugio y término frente a otra aterradora desmesura, las aguas. Ambos perfectos por la acción de las arenas. A causa de su ilusoria uniformidad construyen una superficie límpida y acomodada, ávida incluso, para cualquier acontecimiento: una extensión sin mácula. 

Todos llevamos una playa dentro aunque no la hayamos visitado o siquiera conozcamos alguna, un teatro modélico para obsesiones y sucesos a la espera de acontecer. Nos componemos a partir de lugares a los que no volveremos o son aún desconocidos y lo serán siempre, que existirán en nuestro interior, poblado de contornos erráticos como la línea de la costa. 

El tiempo configura las demás dimensiones. Sin embargo, la medida de ese tiempo, en el reloj cuyo cuenco inferior se abarrota a medida que mengua el futuro, responde a una distinta dimensión: el estado de ánimo con que habitamos las demás. Se ha tratado mucho sobre la imposibilidad de regresar a los lugares en que fuimos pues ya no somos los mismos, sobre cómo tal retorno hiere o confunde y se entrega a una nostalgia (étimo exacto) digna de un tópico Ulises o un Robinson contradictorio… Sin embargo lo hacemos. Nos rendimos al deleite de congojas tan sufribles, así de caprichosos seguimos siendo. Como niños en un arenal.

La fotógrafa leonesa Belén Sanchez Campos ha tomado por rasgo extraer de lo cotidiano esencias saturadas de una melancolía cromática que convierten esas rutinas en códigos personales y, por supuesto, compartidos. Son los fugaces atisbos de aspecto trivial que recordaremos después nadie sabe gracias a qué mecanismo desquiciado, insensato. Son esos huecos que rellenamos con la borra de la intrascendencia. Gracias a ellos Belén nos acerca a una orilla que es la nuestra. Una orilla con la consistencia arenosa de las emociones, ondulante, maleable, de engañosa firmeza.

Colindante a esas fotografías que no somos capaces de revelar, su exposición en el Museo se llena de tantas metáforas como los granos de arena que no podrían contarse en las riberas de sus fotografías. Difícil no pensar que caminamos algún día por este o aquel instante, que quizás aparezcamos en la siguiente imagen sin saberlo, de espaldas, forasteros, sin conocer el lugar aunque sepamos que también lo fuimos y, de cierta y misteriosa manera, seguimos siéndolo.

Se abrió este viernes, día 9, en el Museo de León la exposición ‘Lugares que soy. Fotografías de Belén Sánchez Campos’, con entrada gratuita y hasta el 6 de julio. No se la pierdan.

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