08/12/2025
 Actualizado a 08/12/2025
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Un año más, León vuelve a brillar con sus características luces navideñas, que para muchos leoneses son imprescindibles en estas fiestas. Sin embargo, no puedo evitar detenerme y reflexionar acerca de si realmente son necesarios estos adornos y colores.

Por un lado, me parecen muy bonitos porque me encantan sus colores y como anochece antes, siento que la ciudad vive a pesar de que no sea de día. No obstante, por otro lado, me siento culpable porque sé que muchas personas viven en la calle con el frío y el malestar que eso conlleva, mientras el Estado y el mundo, se gasta cantidades indigentes de dinero en bombillas, cables y electricidad para simplemente adornar y atraer turismo que supongo que se traduce en más consumismo y dinero. Mientras, yo sigo aceptándolo, volviéndome responsable y el sentimiento de culpa se vuelve una consecuencia imparable sobre mí.

Sé que el sistema en el que vivo va más allá de mis creencias o principios y que quienes gobiernan son los principales culpables de las innumerables injusticias que se viven. Ahora bien, también reconozco que puedo tratar de hacer algo para mejorar las cosas, pero que con el placebo que se consume a través de las redes sociales y el acelerado ritmo con el que se vive, siento que el tiempo se me escapa ligado a las normas socioculturales que me impiden hacer algo sin ser juzgada, atacada o marginada.

De todo esto, reitero que nace mi culpa, recordándome siempre que se puede hacer algo más, aunque la mente se llene de excusas para apalear el malestar que genera.

Heidegger consideraba que la culpa formaba parte de la estructura del ser unida a la angustia de la existencia y lo que me parece más interesante es que también la entendía como una llamada de la propia conciencia para ser uno mismo. En esto último, es donde yo encuentro respuesta a lo que siento, porque creo que se vive tan apresuradamente que en el momento en el que uno se para a pensar en sí mismo, se da cuenta de que hace cosas basadas en las opiniones del resto y no porque realmente quiera o le apetezca hacerlas. Y es que, en determinados contextos viene bien dejarse llevar, pero con respecto al cuidado del planeta o los derechos humanos, no debería estar de moda seguir a lo que la sociedad diga, sino a lo que uno tras reflexionar o dedicar el tiempo que necesite, decida defender.

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