05/10/2016
 Actualizado a 16/09/2019
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Esta es una de esas semanas en que cuesta escribir. O mejor, en que no hacerlo de política, cosa común, ocasiona el esfuerzo de sujetar la mente y las manos –nada violento, me refiero a sus apéndices dactilográficos– para que no se entreguen, a rienda suelta, a comentar el estado del panorama nacional, ¿o debería decir de los juzgados nacionales, por conocer del cierto o presunto quehacer del partido en el gobierno en funciones?, ¿o debería referirme a la últimaadaptación teatral de la dramática, ¿o trágica?,película de Mankiewicz ‘Julio César’ con su «y tú también Bruto, muere entonces César», para conocer del cierto estado del principal de la oposición? –citarlo como partido sería redundancia–, ¿o debería simplemente escuchar cómo se remueven presentes, tumbas y memorias de tanta gente decente e intentar dar nueva de ello? Sí, sé que algún optimista superlativo me dirá que todo es cosa de los ‘aparatos’ (conjuntos de dirigentes de los partidos), y, aun cuando alguno más que aparato parezca cachivache , uno se entristece de ver cuan poco y por doquier se recuerda aquella vieja y noble definición de política que hablaba ya no del arte de lo posible, ni tampoco del arte de hacer posible lo necesario, sino que simplemente se refería al arte de crear el bien común o, al menos,de crear y traer mejoría a la vida de los más y no esta viceversa a la que ya una mayoría minoritaria parece resignada.

Para aliviar tan saineteros días vino en mi ayuda la memoria –¡sorpresas te da la vida!– de un artículo de mi admirado Alex Grijelmo, publicado hoy hace dos años, en el que escribía de esas palabras que aún viven en busca de diccionario y del que he sacado la que hoy titula este texto y ya, al parecer, propuesta por García Márquez en 1997. Mas no me digan que si les nombro algunas de ellas, aun su exilio académico, no las sentirán como más propias que la indeseada realidad a la que asistimos. Así, no me negarán que esta semana hemos asistido al ‘pifostio’ montado por unos. O que andan los jueces intentando aclarar el ‘estaribel’, lío o embrollo, financiador de otros. O que, entretanto, sigue Mariano al ‘trantán’, sin prisa, dejándose llevar. O que más de uno tiembla ante la posibilidad de que algún presunto corrupto imputado se ponga ‘bocachancla’.

Pero tranquilos, son cosas mías, aunque yo esté condoliente, la Nación, dado su histórico pasado, seguirá fiel a la democracia a la romana: pan, para casi todos, y circo a destajo. Pediré ‘cotolengo’, asilo, en La Lobera.
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