20/09/2015
 Actualizado a 16/09/2019
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Pasar gran parte de la semana en Oviedo hace que cuando uno se encuentra allí con algo curioso o llamativo tenga la tentación de asumir, sin derecho alguno, el papel de corresponsal de La Nueva Crónica en tierras astures. Me pasó esta semana de San Mateo, festiva allí como es sabido, con los conciertos legales del Ca Beleño.

Resulta que un jaleo normativo en el que no he querido entrar, hace que esté prohibido cantar o interpretar música en directo en los pub de la capital, aunque sea a volumen inferior al que sí puede reproducirse en los equipos de sonido habituales. En otras palabras: un pub puede poner un CD de Alaska a todo volumen, pero si Alaska misma estuviese allí no podría cantar ni en voz baja y a capela, y eso que ella, como escribió Herminio Molero, estuvo con Kaka de Lux y no se la oía cantar.

Así que un pub llamado Ca Beleño, una especie de pequeño Gran Café por su decoración y su apuesta por la música en vivo en un ambiente íntimo y directo, decidió organizar una serie de conciertos legales en los que se reproducirían temas enlatados con la presencia en el escenario, aparentemente estéril, de sus autores e intérpretes.

El ambiente era festivo, pacífico y agradable, sólo la patrulla de la Policía Local a la puerta del pub hacía ver que se preparaba un acto reivindicativo. Eso y los carteles, que me dan la primera sorpresa: no hay catalán más chovinista que un asturiano, ni que ame más su tierra, su cultura y sus tradiciones, pero aquí los carteles de protesta se escriben arriba y en letra grande en español, y abajo en asturiano e inglés, sí señor.

Tras la presentación del dueño del local aparecen los intérpretes, de los que me quedé con Héctor Tuya. Pone su propio disco. «Cuánta gente, venís más que si el concierto fuera de verdad», dice. «No os riais, que esmuy triste». Acompañado de músicos con instrumentos de pega se parodia a sí mismo en su tema «Me arrancaré los ojos», con sentido del humor y corazón a partes iguales, como se hacía en los 80.

Finaliza el acto y me llevo la segunda sorpresa: ni un solo mensaje político. No doy crédito a mis ojos, me resulta tan inverosímil como una gala de los Goya en la que sólo se hubiera premiado el mérito cinematográfico, en la que sólo el arte y la cultura uniese a los presentes, y no excluyese a los ausentes.

Un concierto surrealista y dos sorpresas que arrojan un poco de esperanza en una España que unos intentan romper y otros convertir en Venezuela. Les informó desde Oviedo para La Nueva Crónica...
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