Los amantes más vigorosos del fútbol, que se cuentan por millones en esta España nuestra que cada día hace honor a sus influencias del Imperio Romano con aquello del «pan y espectáculos de circo», tienden a pensar que a todo el mundo le gusta el fútbol, que su vida gira en torno a lo que ha terminado por llamarse ‘deporte rey’ y que no hay nada más allá del balompié. Y lo mismo ocurre con los coches y las motos o con muchísimas otras cosas.
Por eso el futbolero más entusiasta no concibe una sociedad sin fútbol ni tampoco entiende que a mucha gente ni nos va ni nos viene lo que hagan once tíos que defienden un color y otros tantos que luchan por otro en un terreno dándole patadas a un balón, salvo el río de beneficios económicos que genera todo este mundillo. Porque el hecho de que el fútbol es un negocio es innegable, tratémoslo como un negocio y tal vez veríamos las cosas de otra manera.
En las competiciones de base crece cada temporada el número de entrenadores y de progenitores que piensan que tienen en casa a un futuro Messi o el próximo Cristiano y les demandan en los partidos un arranque como si fueran profesionales, incluso las agresiones a los árbitros y los enfrentamientos entre padres de distintos equipos que ya he traído alguna vez a estas líneas. Todo para intentar que el niño luche por intentar ser alguien dándole patadas a una pelota en vez de buscar la posibilidad de brillar en el ámbito científico o tecnológico, en la medicina o las letras.
Y de ahí, con cientos de episodios y actitudes vergonzosas de por medio que vamos a pasar por alto, llegamos a la cima del fútbol nacional donde el deporte pasó de ser un medio de distracción a convertirse un suculento negocio y ahora ya es una auténtica mafia como los pagos para condicionar las decisiones arbitrales, los sueldazos de escándalo, los chanchullos indecentes y lo que no se sepa porque no interesa que se sepa. Pero resulta que ahora el mayor problema que tenemos es un beso de efecto retardado para quien lo recibe e idiotizante para quienes lo contemplan sin reparar en el trasfondo de todo este tinglado que están montando.