Hoy es el día internacional contra la corrupción y contra el genocidio. Mañana se celebra el día mundial de los derechos humanos y de los animales.
A más de uno se le vendrá a la mente en este momento la ingente cantidad de situaciones que ponen en jaque justo lo que se reivindica en estas jornadas. Ya son tantas que, en caso de tener que enumerarlas, no se sabría por cuál de ellas empezar.
Los casos de corrupción en nuestro país se suceden sin parar. La barbarie de las guerras tampoco se detiene, lo ocurrido en el conflicto entre Israel y Hamás es, si cabe, más espeluznante aún.
En cuanto al tema de los derechos, hemos llegado al punto en el que no sabemos bien si las leyes se elaboran para protegerlos o para poder vulnerarlos en aras de ciertos intereses económicos o políticos.
Seguimos pendientes de la evolución de la crisis desatada por el virus de la peste porcina africana, detectado solo en jabalíes salvajes y que no tienen ningún efecto en humanos aún en el caso de consumir la carne de animales enfermos.
Se investiga la posibilidad de que el virus causante proceda de algún laboratorio. ¿A alguien le suena todo esto de algo?
Hablando de sanidad, esta semana se ha convocado una huelga de cuatro días de los facultativos médicos. Reclaman que se atiendan unas peticiones mil veces repetidas porque su situación repercute en la salud de todos, uno de nuestros derechos más básicos.
Ha salido a la luz lo que puede ser un gran escándalo en un hospital con modelo de sanidad público-privada, por medio de un audio en el que se daban instrucciones para priorizar pacientes y tratamientos rentables sobre los que no lo son. Primero la economía y después la atención.
Lo preocupante es que estamos tan acostumbrados a estos despropósitos que ya no nos llaman la atención. Los aceptamos y los soportamos. Como la rana, dentro de una olla de agua que se calienta gradualmente, se adapta a una temperatura cada vez mayor sin notar que se asfixia hasta que ya es demasiado tarde para saltar.