El domingo que dejamos atrás la semana pasada sacó a la ciudad de León de su tonalidad monocromática grisácea, a la que por desgracia ya nos hemos acostumbrado. Y no hablo de la falta de color provocada por la escasez de rayos de sol de los que hemos podido disfrutar últimamente, que también podría ser. Me refiero a un pasado, presente y futuro gris, salpicado en algunas ocasiones con manchas ilusionantes de colores vivos que nos parecen enseñar ‘brotes verdes’, como dijo aquel un día.
Aunque no fue más que una mera capa de pintura superficial, fue interesante ver como entre los señores y las señoras de bien, uniformados con sus mejores galas, se entremezclaban los participantes de la carrera ‘Color Tour’, rompiendo la monotonía clásica que se espera de un domingo.
Azul, naranja, rosa, amarillo y verde se fusionaban en las vestimentas y rostros de los que apostaron por finalizar la semana como lienzos humanos, con la excusa de hacer algo de deporte. Al fin y al cabo, esos colores chillones son vida, en contraposición al negro y gris, que son muerte y desesperanza.
Con mis retinas todavía impregnadas de ese mundo lleno de color, a los pocos días un tren me dejó en la estación de Chamartín, para posteriormente guiar mis pasos hasta la Carrera de San Jerónimo y así participar en diversos encuentros de trabajo con los grupos políticos y representantes del Congreso de los Diputados. Tengo que reconocer que era la primera vez que visitaba el edificio donde unos pocos deciden el futuro de unos muchos, por lo que iba con cierta intriga por conocer los lugares donde esos pocos, deberían hacer mucho.
Tras varias horas deambulando del edificio principal a los anexos y tras pasar por el hemiciclo para levantar la vista buscando los agujeros que un grafitero de bigote y tricornio hizo un 23 de febrero, abandonaba el Palacio del Congreso de los Diputados con una sensación inefable, que si bien no se puede explicar en palabras si lo podría hacer valiéndome de un color, el gris.
Gris porque en las reuniones con esos pocos, independientemente de si eran azules, rojos, morados, naranjas e incluso amarillos, salvo alguna rara excepción, me topé con frases hechas y actitudes ya conocidas por todos, que sólo llevan a un callejón sin salida donde estamos desde hace ya algún tiempo. Gris porque no se sonrojaban al evocar lo que unos u otros hicieron en el pasado, descargando responsabilidades en los que un día gobernaron, anteponiendo intereses personales y partidistas al bien común.
Gris porque me parece vislumbrar que los adjetivos vieja y nueva, asociada a la palabra política son meros elementos decorativos que parecen querer disfrazar que la política es política y punto. Gris porque al ver la maquinaria humana que llenan los despachos y pasillos de dichos edificios, es cuando uno se da cuenta de la dimensión real de todo lo que se mueve al son de un grupo político en el Congreso y entiende sus estrategias de supervivencia. Gris porque aunque sólo fuera una mesa lo que separaba en dichos encuentros a los mortales del pueblo llano como un servidor de los inmortales del hemiciclo, la distancia real y práctica es kilométrica.
Y por todo ello, creo que no sería mala idea que un día se organizara una edición de ‘Color Tour’ en la Carrera de San Jerónimo, para ver si al menos así cuando esos pocos elegidos por todos, pasen por los arcos que les bañen de colores varios y se vean unos a otros, se den cuenta de que el futuro debe pintarse con colores vivos que tapen el gris que tan presente está en muchas de nuestras instituciones.

‘Color Tour’ en la carrera de San Jerónimo
21/06/2018
Actualizado a
12/09/2019
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