20/08/2017
 Actualizado a 15/09/2019
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Muy poco se conoce de los primeros años de Enrique Quiñones, hijo del primer conde de Luna, Diego Fernández de Quiñones, y su esposa Juan Enríquez de Guzmán. Ni siquiera el año de su nacimiento, que pudo acontecer hacia 1482. Apenas en un único dato se ponen de acuerdo los historiadores aunque tampoco pueden precisarlo temporalmente: el hecho de que formó parte, quizás como paje, del entorno del cardenal Cisneros. Es muy probable que ese contacto fuera el que motivase su ingreso en la orden franciscana donde, a semejanza de Cisneros, adoptó el nombre de Francisco al que añadió ‘de los Ángeles’, casi con seguridad como referencia al convento de Santa María de los Ángeles de Hornachuelos (Córdoba) donde profesó. En el capítulo celebrado en Roma en 1517, Quiñones fue elegido definidor general de la orden.Era el mismo año en que el cardenal Cisneros moría en Roa (Burgos): la estrella de uno se eclipsaba al tiempo que comenzaba para el otro una fulgurante carrera que le llevaría en apenas diez años al cardenalato. Con él, el papa Clemente VII premiaba el difícil papel de embajador secreto que le había encomendado como negociador ante Carlos I y que, tras el Saco de Roma y el encarcelamiento del Papa en el castillo de Sant’Angelo, culminaron con el Tratado de Barcelona y la Paz de Cambray. Incluso dejando aparte las actividades políticas o diplomáticas de ambos, muchas son las concomitancias entre Cisneros y Quiñones. El mismo interés por la evangelización de América y también por su dedicación intelectual, plasmada en el primer caso por el encargo de la Biblia Políglota Complutense y en el segundo por la reforma del breviario, editado con el título de Breviario de la Santa Cruz, en la que intervinieron humanistas de la talla de Juan Ginés Sepúlveda, Diego de Meila y Gaspar de Castro. Cisneros había encargado la edición de la Biblia en sus lenguas originales para que sirviese a la docencia en el Colegio de San Ildefonso que había fundado en Alcalá de Henares en 1499. También ahí le debe mucho León a Cisneros pues entre los siglosXVI y XVIII fueron bien numerosos los colegiales leoneses del Mayor de san Ildefonso, algunos de los cuales contribuyeron grandemente a que nuestra provincia tuviese florecientes instituciones educativas que hicieron de nosotros lo que somos: gentes alfabetizadas desde antiguo. En el V centenario de su muerte, Cisneros merecía este recuerdo.
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