
Cicatrices en el pecho
09/05/2023
Actualizado a
09/05/2023
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La cadencia más simple es la que marca un palpitar. Pum, pum, pum, pum. Pura música en clave de vida. Y cuando el pum no suena, se rompe el pentagrama, se quema la armonía, se deshace el porvenir y se dibuja una lápida. Pero entre el vibrar y el silencio hay corazones que intentan seguir sonando bien. Lo hacen a pecho descubierto, entre cicatrices añejas y de estreno, y siempre con el vigor que aporta la esperanza encabezando el intento. Javier nació en Toreno con un corazón roto. Era un bebé cuando los médicos intentaron recomponerlo. Entre costuras ha ido pasando los años, hasta superar los 40 y pocos. Y su pecho se ha convertido en el mapa que marca con heridas curadas el camino a un futuro sano. Su corazón no da para muchos pum pum más, pero Javier sí, y no cede al dictado de un órgano que nunca ha llegado a afinar. Y la lucha cuesta, duele, enferma aún más, pero no vence. Cuesta hasta dinero, porque en la clave de vida, la sintonía a veces tira de cartera. Javier tiene fuerza, proyectos, sueños, pero le falta el dinero que supone esperar a que te renueven el corazón. La paciencia no es solo intentar no morderse el cerebro cuando los segundos se multiplican por horas. Es esperar, y hacerlo fuera de casa, acercándose allí donde los cirujanos también esperan, ataviados de azul y con los guantes enfundados, que una tragedia de muerte produzca el milagro de la vida. Esperando un corazón, Javier ha visto desde Madrid, donde descuenta tiempos, como el reloj y los ahorros invierten los términos, pero ambos van pasando. Por eso, el de Toreno, tuvo que pedir ayuda y el abrazo a ese SOS fue casi como rellenar ese corazón cansado. Sus vecinos se volcaron para intentar que Javier solo tenga en la cabeza cómo será su vida cuando el pum pum pum coja ritmo en su cuerpo de acogida. La adrenalina fue tal que la energía de todos casi supuso el trasplante. Había corazón. Pero duró el tiempo de cortar el pétalo de la margarita. No lo hubo y Javier solo se derrumbó un segundo. «Tengo más fuerza ahora», dijo, sacando los dientes a la vida, apostando por lo que le queda por ver y sobre todo, agradeciendo ese contagio de fuerza que acabará en lo que está por venir.
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