18/04/2024
 Actualizado a 18/04/2024
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Estamos asistiendo a una guerra sin cuartel entre los bares y los ciudadanos que acudimos a ellos con la esperanza de olvidar nuestros agobios, nuestros recelos y nuestros miedos; porque para olvidar estos desvelos algunos vamos a los bares, no para ver la cara bonita de una camarera(o), la mala hostia que gasta el jefe o lo pesado que es el tonto del haba que se pone a nuestro lado y que quiere, a toda costa, darnos palique pontificando sobre todo lo divino y todo lo humano. Digo que estamos en guerra porque toda paciencia tiene un límite y la de los borrachos habituales que los frecuentamos, día sí, día también, está a punto de agotarse. A ver: ¿cómo se puede cobrar por un botellín de cerveza de un quinto, en un bar de barrio, no en el Húmedo o en el Cid o en el ‘tontódromo’ de la Calle Ancha, 2,20 Euros?; porque en los sitios mentados en la frase anterior la cosa puede subir hasta los 2,70 ó 3 euros ¿Estamos de la puta cabeza o se creen que somos idiotas? Y que no me vengan con el cuento de las tapas: el noventa por ciento de éstas son un crimen de lesa humanidad, algo que no comerían ni los gochos más famélicos del universo: muchas, la mayoría, son ‘prefabricadas’, con cientos de conservantes y colorantes que sientan a nuestra panza como una patada en los cojones. Al final, lo único que se puede pedir son las patatas a los mil vuelos que se ofrecen siempre, siempre, en el último lugar de la declinación que hace el camarero cantándolas, talmente como si dijese la lista de los reyes godos…, y es que por lo menos, ¡joder!, son patatas y sabes a lo que te enfrentas.

Y es que los hosteleros se han subido al guindo de una manera por demás obscena… Uno, que se ganó la vida varios años sirviendo vinos, filetes y otras exquisiteces similares, siempre pensó que el cliente es un poco fato y que traga con cualquier cosa, incluso con los atracos a los que se ve sometido todos los días. Pero el asunto puede, y debe, ser de otra manera, porque hay lugares en este país que en que te roban, sí, pero sin escojonarse de uno, como hacen aquí: en Logroño, por ejemplo, la cerveza es mucho más barata…; y en A Coruña, y en Granada, y en Almería, y en Cádiz, y en Zamora… Y, que curioso, en muchas de estas ciudades dan tapa también y ésta es tan buena como la de aquí, y no la utilizan como la excusa en la que se escudan los ‘emprendedores’ leoneses.

¿Un ejemplo? En muchos medios ha salido la noticia de que una cuadrilla de bilbainos se corrieron una juerga en Sevilla, a cuenta de la final de la copa del Rey. Eran, creo recordar, diecinueve y se trajinaron 300 cañas de cerveza (cinco o seis sin alcohol), a razón de 1,80 euracos cada una, 28 botellas de agua, 5 tintos de verano, 10 rebujitos, 13 gintos, 4 cubatas de ron, 3 güisquis escoceses y 4 calimochos. Para acompañar esta priba, comieron 38 raciones de queso, 13 de lomo ibérico, 14 de gambas, 6 de dorada y pargo, 5 de presa ibérica, 7 de cachopos de angus y varias de ensaladilla rusa, croquetas y chocos. El importe ascendió a 2254,50 euros. ¿Qué es una barbaridad? Para nada, porque en el Húmedo o en el Cid, solo las cervezas, les hubiesen costado no los 500 euracos, sino ¡800!, siendo muy, muy optimista. Y, en la misma proporción, todo lo demás. Esta merienda, aquí, no habría bajado de 3000 pavos: un atraco, se mire por dónde se mire. No; no somos el ombligo del mundo aunque nos lo creamos. Somos una provincia echada a perder y con muy mala solución…; como España, que por desgracia, es un país pobre, o, por lo menos no demasiado rico. Los sueldos, en comparación de nuestros colegas de la Unión Europea, son de los más bajos y, entonces, es de tontos pensar que la mayoría de nuestros compatriotas se puedan permitir el lujo de ir a jalar a un restaurante con estrella Michelin o a muchos otros advenedizos. A lo más que debemos aspirar la mayoría de los españoles es a comer un buen menú del día a un precio asequible o a beber un vino o una cerveza razonablemente rica. Eso de pedir ‘La Faraona’ o ‘Vega Sicilia’ o una cerveza artesana de nivel, está, por desgracia, al alcance de muy pocos. Antes, hace cuarenta años, lo teníamos claro como la luz bendita y por eso el vino ‘Artesano’, de bodegas Vinor, triunfaba en todas las barras de nuestros bares. Hoy, por desgracia, nos hemos convencido de que somos ‘nuevos ricos’, con lo que conlleva…; tenemos que estar a la altura de las circunstancias y no aparentar ser los pobretones que somos. Porque con lo de la comida y con lo de la bebida pasa, por ejemplo con los coches. Mis padres compraron un ‘850’ en el año que llegamos a la Luna y era la hostia. Por encima estaba el ‘124’ y el ‘1500’ y por debajo el ‘600’. La proporción era de muchos pequeños y pocos grandes. Hoy, como con el vino y la cerveza, la gente compra el más caro, creo que también por el «que dirán». Además, sólo ‘Suzuki’ y ‘Toyota’ apuestan por los coches pequeños; las demás marcas lo hacen por armatrostes solares que cuestan riñón y medio, con lo que no la llevamos clara, sino beige; es lo que da el campo y la falta de sesera... Salud y anarquía.

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