Pues resulta que en una comida familiar (excuso deciros...), mis hijos y sus señoras se estuvieron riendo de un servidor a cuenta de mis ideas filosóficas (que no políticas, a ver si se enteran), y llegaron a compararme con un tal Milei... En fin..., no entienden que uno desee la supresión del estado como faro de toda su existencia. Dejando a un lado, porque no me importan un comino, las mariconadas habituales que piensan de los anarquistas todos los demás, desde los capitalistas de extrema derecha a los comunistas más recalcitrantes, solo puedo añadir aquello de «ladran, luego cabalgamos».
Hablando de mariconadas...; también me pidieron opinión sobre la última película de Alejandro Amenábar, esa que trata de la supuesta condición ‘bilateral’ del escritor alcalaíno. Por supuesto, no pude responderles, ya que no he visto la peli, pero dejé bien claro que a uno le tira de los cojones lo que hiciese don Miguel con su ingle, mayormente porque murió hace cuatrocientos años y, sobre todo, porque lo que me importa de él es su obra. Cervantes hubiera pasado a la historia como el mejor prosista español, aunque no hubiera escrito ‘El Quijote’. Sus ‘Novelas ejemplares’ son buenísimas, espectaculares, una delicia de leer. Y, seguramente, mucho más ‘digeribles’ que las aventuras de Alonso Quijano. ¿Qué Amenábar dice que era gay?, pues a lo mejor, ¿quién lo sabe?, ¿acaso importa? A lo largo de la historia ha habido otros escritores de tronío que también eran maricones: Óscar Wilde, Truman Capote, Eduardo Mendicutti, Jacinto Benavente..., ¿quién se acuerda? Lo que importa es que escribieron y como lo hicieron, las obras maestras que nos dejaron.
Aunque no tenía nada que ver con la literatura, el ejemplo paradigmático es el del general tebano Epaminondas: fue el primero que derrotó en batalla a ¡los espartanos!, los guerreros por antonomasia de la edad antigua. ¿Los venció porque era más maricón que un palomo cojo o porque era un estratega formidable? ¡Pues eso! Lo que me da grima, lo que me enciende, es que la sociedad en la que vivimos confunda el culo con las témporas, que se fije en el envoltorio y no en lo fetén.
Esta sociedad da mucha más importancia a las formas y que al fondo. Estamos enfermos o, por lo menos, lo parecemos. España es uno de los países que más y mejor trata a los que son ‘diferentes’, pero, aun así, algunos siguen dando la tabarra..., como, por ejemplo, Amenábar o Almodóvar con sus cruzadas ideológicas que se parecen, cada día más, a las que llevaba a cabo la iglesia católica hasta antes de ayer, hablando en términos históricos. Y, ¡claro!, hacen las mismas barbaridades que la iglesia de Cristo. No hay una sola verdad, no todo es blanco o negro. Los matices, los grises, son muy importantes en la vida de cada uno y en el de la sociedad, aunque, por desgracia, no les hagamos caso. Sólo así se entiende la crispación que padecemos, las divisiones que soportamos, las luchas cainitas que sufrimos.
Y no solo ocurren estas cosas en España; en el resto del mundo sucede lo mismo; es como si la sociedad hubiera retrocedido ochenta años y un día, por lo que nos estamos enfrentado a las mismas batallas y los mismos desmanes que sufrió en mundo de entreguerras: ellos y nosotros, los buenos y los malos, la eterna lucha entre los maniqueos y los cristianos. Y todos sabemos cómo acabó aquella jugada: cien millones de muertos, Eurasia destruida hasta los cimientos y, después de aquel aquelarre, esperanzas de libertad, de igualdad y de fraternidad que, como vemos, acaban en nada. Me dan mucho miedo los de Vox, pero también los otros se están luciendo con todas las tonterías que hacen en Ucrania, en Taiwán, y, sobre todo, en el Oriente Medio.
No se quieren dar cuenta de que todas estas pequeñas batallas, estas guerras por poder, a poco que te equivoques, terminarán en una contienda en la que no quedará nada..., la destrucción total, el apocalipsis bíblico, el Armagedón. Pero lo que nos importa, en España, a día de hoy, 23 de septiembre, es elucubrar si Cervantes era maricón o bisexual... El acabose, el fin de la historia.
Salud anarquía y, para los que no lo entienden, tres cada día.