Imagen Juan María García Campal

Cavilación sobre «el éxito»

04/06/2025
 Actualizado a 04/06/2025
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Llevo días desayunando café con aforismos. E igual que me zampo algunos que me dicen o alimentan poco o nada, otros hay que son conmovedor bocado y me exigen inmediata relectura y morosa degustación por ver si he saboreado bien o la corporal, mental y cordial, conmoción ha sido cosa de mi mucho fumar. Los hay incluso que encienden en mi mente imágenes y hasta retratos vivos de propias identificaciones, no libres estas de subjetividad e incluso de algún prejuicio. Uno de ellos, que después me hizo viajar por otros textos, ha sido este de Manuel Neila, que enseña o recuerda cómo «el fracaso comienza el día en que se empieza a perseguir el éxito». Que a todos nos gustaría triunfar en el campo que cada cual ensueñe o desee es una obviedad. Mas una cosa es ese natural sentir y otra, bien distinta, condicionar nuestro íntimo bienestar, nuestras cotidianas serenidad y alegría a la consecución del éxito. Quién no conoce a alguien que, después de haber conseguido un éxito con algún quehacer, a continuación, por lo primero que, afectado hasta la paralización, se ha visto invadido ha sido por el miedo al fracaso y es que como dice el aforismo de Gemma Pellicer, hay éxitos que como «algunos progresos lastran».

Así, en una reciente entrevista, Marina van Zuylen, autora de ‘Elogio de las virtudes minúsculas’ (Siruela, 2024) en el que enseña sobre «la excelencia en clave menor», apuesta, considerando los términos éxito y fracaso como de una polarización peligrosa, por las virtudes que todos tenemos y por la buena y dorada mediocridad (aurea mediocritas) que buscaban pensadores como Aristóteles o Marco Aurelio y que hoy iría más allá de cualquier idea de éxito. Porque, ¿dónde reside el éxito? ¿en un CV maquillado?, ¿en el saldo de la cuenta bancaria?, ¿en el reconocimiento social?

No podrá también consistir el éxito, como decía el Nobel de Literatura (1953), Winston Churchill, en ir de fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo o como tan bellamente verseó el poeta en ‘Para que yo me llame Ángel González’ en llegar a ser «un escombro tenaz, que se resiste / a su ruina, que lucha contra el viento, / que avanza por caminos que no llevan / a ningún sitio. El éxito / de todos los fracasos. La enloquecida / fuerza del desaliento…». Minero de mí mismo y celebrado congreso extraordinario, este éxito pretendo. 

¡Ah!, y conste, parafraseando un aforismo de Andrés Neuman, este texto no ha partido de un punto de vista, en él lo he alcanzado poco a poco. 

¡Salud!, y buena semana hagamos… ¡Y tengamos!

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