José Luis Prada

Castaños (Publicado el 12 de septiembre de 1998)

26/12/2025
 Actualizado a 26/12/2025
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Ayer, día 11, fui a la clausura de unas charlas sobre castañas que se celebraron en La Virgen de la Peña, Congosto. Había franceses, italianos, griegos, algún portugués, gallegos y gente del Bierzo. En principio puedo decir que esta reunión es buena en si misma, y lo más importante es que la administración, en este caso la Diputación, está poniendo su dinero en buscar soluciones para tratar de parar esas dos enfermedades que asolan poco a poco a los castaños del Bierzo, ‘el chancro’ y ‘la tinta negra’. El esfuerzo que están haciendo a través del Instituto de Restauración y Medio Ambiente (Irma) me parece bien, y debiera dar resultados… y de hecho los dará. Se habló allí de que hay que aprovechar los castaños porque forman parte del paisaje y de la propia vivencia del hombre de esta tierra, ya que hasta hace 25-30 años su fruto era casi la base del sustento de la gente así como de los animales (yo aún me acuerdo, no hablo de teoría). También todos los que intervinieron manifestaban el que no se podía perder este emblemático árbol; con su extinción se perdía un poco la identidad del individuo que durante siglos convivió en completa armonía con él.

Se decía allí que teniendo castaños y atendiéndolos se generan puestos de trabajo. En fin, se decía allí que: «Hay que cuidarlos porque a parte de dar vida al paisaje, pueden aún hoy generar riqueza de la que se llama ahora sostenida». Oyendo aquello me cantaban los oídos. Me sonaba aquella música... en mi interior sentía alegría porque ya por fin la gente está despertando del sueño en que vivió en estos últimos años en que todo lo bueno era lo ‘Made in tal’, ‘Made in cual’, ‘Made in tal para cual’. Ve que todo lo que estaba y está tragando, no solamente no es mejor, sino que lo único que le dan es etiqueta, embalaje, publicidad, conservantes, colorantes, espesantes…, etc, etc. Ve, que está comprando en la mayoría de los casos sucedáneos muy adornados, eso sí. Por lo menos, ahora ya la gente vuelve a mirar a su alrededor, empiezan a ver que todo aquello que despreció estos últimos años no era tan malo.

El momento para hablar de castaños es bueno, no cabe duda. Pero desde mi experiencia y desde mi verdad el problema de la extinción de nuestros castaños es muchos más complejo que las propias enfermedades que lo van poco a poco extinguiendo. El problema es que en los pueblos solo queda gente mayor que ya no tiene ganas de trabajar más, porque cree que lo que hizo fue el tonto y que el seguir trabajando es de ignorantes. La verdad es que tienen razón, ya que lo único que se les vendió durante muchos años era que la vida de la ciudad era mejor, más limpia, mas sana, más muelle… Era más y mejor en todo. Que la vida que llevaban en su pueblo era mala, ellos eran los últimos de la baraja. Ahora ya no se les puede vender la moto. Ellos ya no están para oír cantos de sirena de las bondades de la vida rural ni que aquellos castaños le van a producir beneficios, no pueden concebir que todo haya cambiado tanto que lo que era malo por definición ahora sea lo mejor y lo que tiene más futuro. No les cabe en la cabeza. En el pueblo gente joven ya no hay, cada uno se buscó la vida como pudo. No tienen arraigo alguno. El pueblo solo lo ven como un lugar para pasar allí el fin de semana relajados. No mueven ni un pelo por hacer algo que signifique esfuerzo. Esta actitud era la buena; los sueldos de las minas podían con todo… ¿para qué trabajar si con cinco o seis horas metidas en el pozo se cobraba más que trabajando medio año en tus fincas? Ahora esto empieza a fallar…, las minas se cierran los empleos son difíciles de conseguir y ya no son tan altos; en una palabra, todo está cambiando, no sé si para mejor o peor pero esta habiendo un cambio drástico.

Estos jóvenes son los posibles receptores a quienes va dirigido este programa de revitalización de los castaños, así como el tan traído y llevado turismo rural. La filosofía es buena: concienciar a los jóvenes de que es posible vivir aprovechando lo que tenemos alrededor sin denotarlo ni putearlo, pero el gran problema es que esos jóvenes no entienden de esfuerzo ni de sudores ni de sacrificio. Eso no es lo que habían visto ni le habían enseñado. Ahora cuando se habla de castaños, se habla de crear puestos de trabajo, pero puestos de trabajo en los que hay que agachar el riñón en los que hay que convivir con las dificultades que el campo siempre ofrece. El campo no da nada que previamente antes no haya sido trabajado. Eso es muy duro para quien solo veía en él un lugar para aprovecharse sin aportar nada a cambio. Por eso digo, que en estos programas que tratan de concienciar a los pueblos de que hay que aprovechar lo que tienen en ellos, la gente no ve más que la ayuda que puedan recibir para hacer algo, lo que sea, pero sin trabajar. ¡Ah! de eso nada, ¡faltaría más! Este es el gran problema, nadie, ni Dios, quiere trabajar manualmente. Todo el mundo quiere vivir sentado delante de un ordenador, o diseñando estrategias de publicidad, hablando o escribiendo, o exprimiendo el coco al máximo, pero nadie ve en el trabajo manual futuro, ¡eso era antes! Llevo muchos años diciendo que si todos estudiamos carreras ¿quién va a levantar paredes de piedra?, ¿quién va a sembrar unas simples berzas?, ¿quien va a barrer las calles?, ¿quien va a cubrir los tejados?, ¿Quién va a ir a vendimiar?, ¿quién va a recolectar las castañas…? Desde luego, todo esto no se hace desde la oficina sentado, eso seguro.

Yo digo y siempre dije, que estudiar, cuanto más mejor, pero ¡ojo!, la convivencia en sociedad no se puede nutrir solamente de profesiones en las que nada más intervenga la mente. Digo también que ese miedo de la gente al trabajo corporal es la prostitución de la raza humana como tal, ¿para qué hostias nos dio Dios todos los sentidos sino para usarlos? Observando la historia, esta actitud de preponderancia de la mente es la característica común de las grandes civilizaciones cuando están iniciando el declive hacia su desaparición.  Grecia, Roma, los bárbaros, los árabes…, en fin, para qué seguir. A nosotros nos está pasando lo mismo.

¡Pobres castaños!, de seguir así, con este vicio en el que estamos viviendo, ni con el Instituto de Restauración y Medio Ambiente, ni con mis humildes escritos, habrá manera de que los castaños perduren a través del tiempo para solazarnos con su presencia. De todas formas, aún tengo la esperanza de equivocarme para que esto no suceda, ese es mi deseo. PUNTO.

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