Cuentan de una moza que tenía tantas ganas de casarse que iba a todas las bodas y, cuando el cura preguntaba a la novia a ver si quería al novio, dicha moza se adelantaba siempre diciendo: «Y si no pa mí». Le valía cualquiera. Esto le pasa a algunos que con tal de alcanzar el poder son capaces de hacer pactos hasta con el diablo; con la única excepción de queel diablo fuera del PP, pues entonces no les sirve. Pero, además, a falta de argumentos serios y propuestas realistas, siempre tienen unas fijaciones mentales, una especie de obsesión, con la religión católica. Y así unos y otros prometen quitar o cambiar los Acuerdos entre el Estado Español y la Santa Sede, como si dichos acuerdos fueran un grave problema para los españoles.
Olvidan que la Constitución Española, con gran sentido común establece que «los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones». Estas relaciones, por el bien de todos, no deben ser hostiles, ni tampoco de indiferencia y mutuo desconocimiento, sino de cooperación. Ello necesita una regulación, que está plasmada en unos acuerdos muy razonables entre el Estado Español y la Santa Sede, que tienen rango de tratado internacional.
Entre estos acuerdos figura uno sobre enseñanza, en el que se enmarca la asignatura de religión y el otro se refiere a asuntos económicos. Pues bien, se da la circunstancia de que cada año se celebran dos verdaderos referéndums para que la gente pueda decidir. Que sepamos esto no se hace con ningún otro tema. Uno de ellos tiene lugar cuando los chicos hacen la matricula en el colegio. A pesar de todas las trabas y dificultades cada año un sesenta y ocho por ciento de alumnos elige ir a clase de religión. El otro coincide con la presentación de la declaración de la renta. Más de un treinta por ciento desea que una parte de sus impuestos se destine a la labor de la Iglesia Católica. Imaginemos que se diera la misma oportunidad de elegir a la hora de dar subvenciones a los partidos a los sindicatos… Pero, sobre todo, lo que hay que mirar es lo que cada año la Iglesia ahorra al Estado en su labor social y educativa. Y, sin embargo, en algunos programas políticos no puede faltar el permanente latiguillo de meterse con la Iglesia. De veras no entiendo cómo este anticlericalismo rancio pueda dar votos. Pero, con tal de llegar al poder, les da igual meterse o casarse con cualquiera.

Casarse con cualquiera
01/03/2016
Actualizado a
14/09/2019
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