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La carta de Luigi Sturzo

31/03/2024
 Actualizado a 31/03/2024
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La Guerra Civil española tuvo numerosa participación internacional. De un lado, voluntarios de medio mundo vinieron en auxilio de la República integrando las llamadas Brigadas Internacionales; del bando sublevado, efectivos alemanes, italianos, portugueses y moros. Por cierto, hablar de «cruzada» con mahometanos luchando codo a codo con católicos, más que paradoja es una antítesis histórica, pero bautizada así fue la contienda en medios eclesiásticos y laicos del bando sublevado

La pronta ayuda técnica y material alemana e italiana fue decisiva para la victoria de los insurrectos. Sobre todo la aviación, con respectivas salvajadas sobre la población civil. Del lado germano, las de Guernica y Durango. Del lado italiano, los bombardeos de Barcelona en marzo de 1938. El balance oficial de estos últimos fueron 875 muertos (entre ellos 118 niños), más de 1.500 heridos, 48 edificios totalmente destruidos y 75 con desperfectos graves. Sin claro objetivo militar, fueron bombardeos contra inocentes e indefensos que anticiparon las hecatombes de la segunda guerra mundial. Se han apuntado diversas motivaciones. Lo de Barcelona fue ordenado por el propio Mussolini como venganza por la derrota y huida vergonzosa de las tropas italianas en Guadalajara. Comenta bajo anonimato el desastre el portavoz de ‘Il Popolo d’Italia: ’«I morti de Guadalajara sarannno vindicati”». Por cierto, en la batalla de Guadalajara los brigadistas italianos del batallón Garibaldi lucharon contra sus compatriotas fascistas. 

El sacerdote italiano Luigi Sturzo, co-fundador del Partido Popular Italiano en 1919 y refugiado en Londres en 1924 ante el ascenso del fascismo, estuvo muy interesado por España.  En una carta a Ramón Sugranyes (nombrado por Pablo VI auditor laico del Concilio Vaticano II) se pronunció en estos resumidos y traducidos términos: «Estoy muy afligido por la tragedia de España, a la que amo desde que era pequeño. Cada día, en la misa, rezo por ella y, siempre que puedo, la dedico para que la paz verdadera pueda pronto rehacer una España nueva. Yo no creo que la victoria de una u otra parte pueda traer la paz y superar la crisis actual. Demasiadas miserias, demasiados desórdenes, demasiadas divisiones y demasiados odios. La Iglesia de España, que hubiera tenido que hacer obra de paz, se ha alineado mayoritariamente con uno de los partidos, hasta declarar la guerra una cruzada o guerra santa. En este mismo partido se encuentran los latifundistas, los industriales, la clase rica, los que tienen la mayor responsabilidad en el abandono de la clase trabajadora en manos de los subversivos, porque se han opuesto a todas las reformas sociales intentadas en nombre del cristianismo, de las enseñanzas de León XIII y del movimiento de la democracia cristiana. El fondo de la Guerra Civil es social y no religioso; el español es a su modo católico, hasta cuando quema iglesias a modo de protesta, como lo hace el carretero blasfemo, atacando a Dios porque su caballo es recalcitrante (al igual, añado, que el jugador de tute o dominó, blasfemo ante la adversidad en la partida de la tarde después de haber comulgado por la mañana)». «Tres puntos recomiendo yo a todos mis amigos: 1) No comprometer a la Iglesia endosándole la responsabilidad de la Guerra Civil al clasificarla como cruzada. 2) Eludir tomar partido. 3) Preparar un plan de reformas sociales y políticas sin comprometerse con los hombres que tienen responsabilidad de la Guerra Civil (…).  La muerte de tantos inocentes de un lado y del otro, no podrá resultar vana ante Dios».

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