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Cambio climático y fin del mundo

10/12/2019
 Actualizado a 10/12/2019
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El mundo ha tenido comienzo hace millones de años y tendrá un fin, no sabemos cuándo. Por una parte el clima ha estado en constante cambio a lo largo de su historia y por otra parece claro que la tierra es muy vulnerable y que hay que cuidarla. El magisterio de los últimos papas y especialmente el de Francisco con su primera encíclica ‘Laudato si’ sobre ecología lo deja muy claro.

Es una pena, al hablar de estos temas, que no siempre aparece clara la frontera entre la ciencia y la política. En este caso, en la cumbre de Madrid, el especial protagonismo de una adolescente sueca ha oscurecido un poco el papel de los científicos. Esto ya no es nuevo. Ya hace algunos años alguien comentaba: «Ahora ya no nieva nada, antes, con Franco, ¡caía cada nevada!».

Lo cierto es que mucho peor que el cambio climático es el cambio de los seres humanos, la caída de los grandes valores en nuestra sociedad, la pérdida del auténtico sentido religioso, la degradación moral, que llega a límites insospechados, el vacío espiritual de los jóvenes y no tan jóvenes… No olvidemos que la crisis ecológica es también consecuencia de la falta de ética, de la ambición y egoísmo desmedidos.

Resulta especialmente significativo que, cuando se habla de lo que puede ocurrir a la tierra, si no se toman medidas, a uno le viene a la mente lo que anuncia Jesucristo en su Evangelio: grandes catástrofes naturales e incluso situaciones pavorosas, el oscurecimiento del sol, la furia del mar, y que no quedará piedra sobre piedra… Y no precisamente porque se trate del fin del mundo, aunque esté relacionado con él, pues dice que eso tendrá que suceder antes. Es «la gran tribulación» que los seres humanos pueden ganar a pulso, si no cambian.

No es cuestión ahora de ser tremendistas, ni de ser profetas de calamidades, ni de decir sin más que cualquier tiempo pasado fue mejor, pero la deriva que lleva la humanidad, lo que podríamos llamar el descuido de la «ecología humana», no promete nada halagüeño. Los mismos a los que se les llena la boca hablando del cambio climático están suspirando por la muerte de los más vulnerables, los que llaman progresista a al aborto y a la eutanasia, los que más contaminan… No sólo el olvido de Dios, sino la indiferencia ante el sufrimiento de tantos seres humanos, sería merecedor del peor de los castigos. La humanidad actual poco o nada tiene que envidiar a los que vivían antes del Diluvio o a los que ardieron en Sodoma y Gomorra. ¿Por dónde tendremos que empezar a cambiar?
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