julio-cayon-webb.jpg

Café para todos

28/01/2024
 Actualizado a 28/01/2024
Guardar

Franco, que las palmó hace cuarenta y ocho años, sigue dando juego. Es el eterno comodín. Si no llueve la culpa la tiene Franco. Y si llueve, también. Y venga o no a cuento, se le resucita y se le reconvierte en un pimpampum, para regocijo de aquellos que no ven más allá de sus narices. Volver a dar la matraca con lo mismo, resulta cansino y no conduce a ninguna parte. 

La ultraizquierda española continúa obsesionada con la figura del militar. Y, ahora, dada la cercanía de las elecciones gallegas, sale al ruedo la candidata de ese revoltijo que es Sumar, Marta Lois, y, como medida ‘estrella’ de su programa, adelanta que si llega al poder –de llegar sería a imagen y semejanza de Pedro Sánchez– le va a retirar al dictador la nacionalidad gallega. Y seguro, que después de anunciarlo como su gran medida electoral, se habrá tomado un ponche reconstituyente con unas galletitas de monja. Si esta es la gente, los padres de la patria, que pretenden cambiar España, que Dios –con mayúscula– nos coja confesados. 

Si hablar de nacionalidad gallega es una boutade –o una filfa– lo es en mayor medida si quien lo señala, como es el caso, ejerce de profesora universitaria y politóloga. Y otra cosa. Si la señora aspirante a la Xunta lo apuntó para impresionar (?), el efecto rebote se ha traducido en un descojone generalizado. Y no hay más, que diría el difunto Goyo, el salchichero perpetuo de la calle La Rúa. 

Y es curioso, a la vez, que la izquierda abogue por no hablar nunca más de ETA porque ha desaparecido y, por lo tanto, apuntan sus muchachos, es absurdo persistir en ese discurso. Está ausente de forma definitiva. Es, dicen, agua pasada. El propio Patxi López, el mismo que preguntó al presidente reversible e inquilino de La Moncloa, si sabía lo que era una nación, lo subrayaba con trazo grueso, no hace tanto, en una comparecencia ante los medios de comunicación, en el Congreso de los Diputados: «Ya no existe ETA, por mucho que se empeñen». Y Franco, tampoco, cabría matizar. Pulvis es et in pulverem reverteris. Café para todos. Es la única forma de evolucionar.

Por esta razón, entre otras, es muy comprensible que más de la mitad de la sociedad española esté de la política y de los políticos hasta la coronilla. O más arriba. Lo amparaba recientemente un sondeo del CIS –que será de los pocos muestreos de la institución de Tezanos con credibilidad– donde se recogía que el 54% de la población, calificaba la situación actual de mala o muy mala. Y según avance el tiempo –se podría colegir–, ese porcentaje irá subiendo porque la desafección de la gente con los representantes públicos y sus enjuagues es palmaria. La crispación nunca puede ser moneda de cambio bajo ningún concepto. Y eso es lo que viene ocurriendo en este país.

 

Lo más leído