El 23 de septiembre tuvo lugar el equinoccio con el que arranca el otoño. Dicha estación durará, para ser exactos, 89 días y 21 horas. Mientras sus característicos tonos ocres visten la naturaleza, nosotros experimentamos los diversos cambios que trae aparejados. Nuestros cuerpos deben adaptarse a la variación de temperatura, la disminución de horas diarias de luz solar y a nuevas rutinas.
Por supuesto, esto influye de forma notable en nuestra salud física, pero también en nuestro estado de ánimo. No es una buena época para quien se ve afectado por inestabilidad emocional, depresión o cualquier otro trastorno de esta índole. De hecho, tales dolencias suelen agravarse.
Los informes más recientes indican que la salud mental de la población ha empeorado considerablemente en los últimos años. El pasado 10 de septiembre se celebró el día mundial de la prevención del suicidio. Parece que el índice de personas que resuelven poner fin a su vida se ha incrementado. Un dato aún más preocupante; se ha disparado en especial en jóvenes y adolescentes.
En España, el suicidio ha pasado a ser la primera causa de muerte por motivo externo. En el hospital de León, por ejemplo, se está atendiendo una media de un intento autolítico al día. Se trata de un tema tabú que siempre se ha mantenido oculto. Como si al callarlo desapareciese, dejase de existir.
A raíz de la pandemia, por fortuna, se habla más sobre el asunto y salen a la luz más casos, aunque me temo que solo vemos la punta del iceberg. La realidad es que hay muchas personas que sufren en silencio una auténtica pesadilla. Las causas de estas enfermedades a veces son demasiado variopintas y no siguen un patrón definido, lo que complica la tarea de atajarlas.
La mente humana continúa siendo un misterio, poco menos que indescifrable. Además está dotada de un inmenso poder. Quizás no somos conscientes. Se merece toda la atención y cuidado que se le pueda dedicar para evitar que se convierta en un arma de destrucción.