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Buenas personas en política

20/12/2025
 Actualizado a 20/12/2025
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El periodista José Luis Martín, director de ‘Cuestión de Prioridades’ de La 7, me invitó esta semana, una vez más, a participar en su programa. Entre otros asuntos, se habló de la despedida de la socialista Ana Sánchez de las Cortes de Castilla y León. En su intervención dejó varios mensajes, pero el que más me hizo reflexionar fue aquel en el que afirmó que, para estar en política y ejercerla bien, hay que ser buena persona.

Cuando escuché la alusión a la importancia de ser buena persona para ejercer la función política, lo primero que me vino a la mente fue el maestro del periodismo Ryszard Kapuściński, quien afirmaba que para ser un buen periodista hay que ser buena persona. En este punto, y con todo el dolor de mi corazón, tengo que llevar la contraria a este referente. A lo largo de mi trayectoria he conocido a muy buenos periodistas que, además, son buenas personas, pero también a grandes profesionales para los que lo de ser buena persona se les queda un poco grande, por decirlo finamente.

Si trasladamos esta misma reflexión al ámbito de la política, la gran duda que me surge es si la política actual tiene espacio para las buenas personas. Aquí es obligatorio diferenciar entre quienes, en pueblos y pequeñas localidades, entran en política para servir de manera honrada y sincera a sus vecinos, y aquellos que buscan en la política una forma de vida, cuya única intención es medrar dentro de sus partidos para ir ascendiendo en el escalafón, dejando por el camino un reguero de víctimas. Detengámonos, por tanto, en esa fauna política que habita los despachos de grandes entidades locales, autonómicas, nacionales e internacionales.

¿Se puede llegar a ocupar puestos relevantes en política siendo buena persona? ¿El sistema político actual y de partidos permite que personas con principios y valores sobrevivan en la batalla diaria contra rivales políticos y, lo que es casi peor, contra compañeros de partido? ¿Qué suele ocurrir con las buenas personas que entran en política: huyen despavoridas cuando se ven obligadas a traicionar sus principios o acaban convirtiéndose en aquello mismo que odiaban y querían cambiar? Y la pregunta más importante y conflictiva de todas, si la manera de hacer política en la actualidad no deja espacio para las buenas personas, ¿qué futuro le espera a nuestra democracia?

Lo dije en ‘Cuestión de Prioridades’ y hoy me reafirmo por escrito. Ojalá esté equivocado, pero mi sensación es que la política se ha pervertido y desvirtuado tanto, que cada vez resulta más difícil que las buenas personas consigan triunfar y hacerse un hueco entre tanta inmundicia.

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