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‘Brígidos’ y tormentas

08/02/2024
 Actualizado a 08/02/2024
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El mundo campesino marcado por la producción cerealística, como principal medio económico, tenía siempre un temor y es que las tormentas (la nube, la truena y otros varios nombres con los que son conocidas) cayeran sobre los trigos y otros cereales y destruyeran la cosecha, con las fatales consecuencias que ello acarreaba.

De ahí que, en documentos modernos, entre los gastos de los concejos o ayuntamientos estuviera el de tocar a nube, esto es, el de tocar las campanas de la iglesia del pueblo, cuando la tormenta amenazaba; labor que solían realizar, en no pocos lugares, el sacristán o el maestro de los niños.

Hay un hecho llamativo en este aspecto y es la cantidad de pueblos de la Meseta, de la llamada –en un sentido amplio– Tierra de Campos (que comprende parte de las provincias de León, Zamora y Valladolid) que celebra la fiesta de Santa Brígida.

¿Qué tiene que ver santa Brígida con las tormentas? Según una leyenda medieval cristiana –que nos recuerda el antropólogo francés Claude Gaignebet–, esta santa habría ayudado a la Virgen, en el portal de Belén, a dar a luz al Niño; de ahí que la Virgen, como gratitud, habría querido que la fiesta de Santa Brígida se celebrara el primero de febrero y la suya, la de las Candelas (presentación en el templo para purificarse), el 2 de febrero.

En las áreas rurales leonesas de la llamada tierra de campos, la fiesta de Santa Brígida es muy celebrada y, en ella, la noche de la víspera, los mozos –llamados en algunos lugares ‘brígidos’– tocan las campanas como prevención para futuras tormentas, al tiempo que recitan la fórmula de «Tente, nube, / tente tú, / que más puede / Dios que tú». O también: «Tente nublao, / vete pa otro lao». De ahí, también, ese dicho sincrético, pagano y cristiano al tiempo, de «Santa Brígida y San Tormentero, / el primero de febrero».

Una tarde de un reciente fin de semana, nos acercábamos, en nuestras indagaciones por el mundo rural, para descubrir rasgos de las culturas campesinas, hasta Fresnellino del Monte, del ayuntamiento de Ardón. En la plaza, hablando con un joven, estaba Valerio, un hombre del pueblo, con quien conversamos cordialmente. Nos dijo que la fiesta patronal de Fresnellino es la de Santa Brígida. En ella, aparte de las funciones religiosas de la misa y la procesión con la santa, la noche de la víspera los mozos tocaban al «tente nube» las campanas, con el sentido indicado, y, en la plaza, con todo el  vecindario, se hacía una hoguera, también nocturna.

En  la villa de Cea, antiguo centro de zona, la fiesta de Santa Brígida tiene una gran importancia. Ya, a mediados del siglo XVIII, se anotan los siguientes conceptos sobre gastos de esta fiesta: la cera que se gasta «en la función de Brígidas», «un toro que en semejante función se acostumbra correr», la limosna al religioso que predica en la misa, la recompensa que se da a los mozos de la villa durante esa fiesta según antigua costumbre, así como el gasto de tocar las campanas «la noche de Santa Brígida».

En otros pueblos leoneses, y de la tierra de campos en general, la fiesta dedicada a esta santa ‘anti-tormentera’ ha tenido también su importancia, para preservar la amenaza de la mala nube contra la cosecha cerealística.

Es bueno, por tanto, que guardemos memoria de celebraciones tan significativas como esta.

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