web-luis-gray.jpg

Breve guía de las Navidades / Hoy: regalos

07/01/2024
 Actualizado a 07/01/2024
Guardar

He aquí prueba digna del Pélida Aquiles, he aquí los despiadados molinos de viento, la hazaña definitiva de las Navidades, el descensus ad inferos sin el consejo de Virgilio o más ayuda que la propia tarjeta de crédito y una paciencia de titanio. Abandonad toda templanza. No solo exigirá físicamente, también cambiará el humor y las ganas de vivir se tornarán endebles a las puertas de este inframundo: se entrará en él deseando lo mejor para los seres queridos y se saldrá odiando a la humanidad. Sin excepciones.

Sobre el porqué han de consumarse tales sacrificios y conseguir tan mitológicas prendas a sabiendas de su elevado importe en estas precisas fechas –que será inmediatamente menor a la vuelta de apenas unos días, horas para los más despistados– y sabedores también de la mayor dificultad para localizarlos, agotadas las existencias al tiempo que se agota la propia, se han vertido teorías como quien vierte aceite hirviendo desde una atalaya. Pocos deducen esta transcendental convicción: el ser humano guarda en su interior un héroe de leyenda que gusta de afrontar peligros y salir indemne contra todo pronóstico y toda adversidad. Es nuestra forma de evocar y honrar la memoria de titanes y dioses olímpicos a los que debemos fe y progenie los occidentales y algún extraviado de oriente, septentrión y mediodía. O algo así.

La anábasis, o marcha hacia esta moderna expedición de los diez mil (número simbólico: son muchos más) se inicia con fe, incluso con preparación cartográfica y catalográfica. De nada servirá ante la crueldad del hado. En cuanto a la catábasis o regreso, se producirá contra un piélago de dificultades, propias de ejército en una retirada decorosa solo en parte y, en parte mayor, melancólica. El botín obtenido, bien es cierto, debería enorgullecer, pero ha multiplicado la impedimenta y las ínfulas se ahogan entre resuellos y zancadas, apreturas en el bus o tetris en el maletero de un coche que, además, ostenta gallarda multa de la ORA en el parabrisas.

No entraremos a tratar aquí las muy diversas leyendas tejidas al calor de tales batallas, pues entran en el terreno ajeno de la épica histórica. Sí diremos que cada pueblo relata los acontecimientos como prefiere y atribuye las victorias obtenidas a seres míticos de muy diverso jaez: monarcas mágicos, vejetes panzudos, carboneros abertzales, etc. 

– Papá, ¿si nos vamos a vivir a Cataluña tendré que pedir los regalos apaleando un tronco?

He aquí los verdaderos temores que han acabado despertando en la tierna infancia tanta diversidad, tanta autonomía y tanta triza de España desperdigada por solar tan ancestral y viejuno. Ríete tú de las lenguas cooficiales en el Congreso o del realquilado de Waterloo. Aunque mucho peor será cuando aparezca la temible y forzosa pregunta, clave de un final feliz de las Navidades: ¿te gusta? Pero ¿te gusta DE VERDAD? Digan que sí.

Lo más leído