Los principales líderes anarquistas del primer tercio del siglo XX salieron de tierras leonesas: Ángel Pestaña, Diego Abad de Santillán y Buenaventura Durruti. A estas tres figuras preeminentes hay que resaltar, también por su humanidad y lucha contra la desigualdad e injusticia social, los también anarquistas leoneses Laurentino Tejerina Marcos (Villamartín de D. Sancho) y António Estévez (Valtuille de Abajo).
A esa lista hay que añadir otro anarquista leonés, tan sólo conocido, al menos para mí, por lo que de él cuenta Abad de Santillán en sus ‘Memorias’. Se trata de Victoriano Prieto Robles, alias Braulio, militante de la construcción. Hombre de absoluta confianza de Abad de Santillán, Braulionació en Trobajo del Cerecedo el 12 de enero de 1905. Tuvo una larga trayectoria combativa, tanto en la provincia natal, en Bilbao y en Francia, país al que emigró durante la dictadura de Primo de Rivera. Desde territorio galo regresó varias veces a España en misiones peligrosas y tuvo especial facilidad por su aspecto y por sus habilidades para evitar ser apresado, sabiendo mantener la máxima serenidad en sortear escollos y vencer obstáculos. Era hombre que rehuía toda publicidad y así pudo desenvolverse más cómodamente. No sabían de él, de su capacidad y calidad, más que los pocos con quien trataba y colaboraba, y esos pocos sabían calibrar sus méritos, su entrega total, integral, a toda buena causa.
Pero en el destino de Braulio se cruzó fatalmente el invento de una granada de mano. Cuenta Abad de Santillán que, durante su etapa de activista revolucionario en Argentina, consiguió de Ramón Franco una pequeña bomba de aviación con el propósito de estudiarla y ver su posible fabricación. En aquel tiempo, el hermano de Francisco Franco, héroe aviador del Plus Ultra, era republicano y había tenido una participación relevante en la lucha contra la monarquía, llegando a pensar acciones tan radicales –afortunadamente sin ejecutar– como la de bombardear la plaza de toros de Madrid mientras se celebraba un mitin monárquico. Antes de que se pasase en la guerra civil al bando nacional, Ramón le confesó a Santillán algo que éste no pudo comprender entonces: «Vosotros no conocéis a mi hermano. Es el hombre más peligroso de España, y habría que...». Y poco después, en términos más explícitos, al militar republicano Vicente Guarner Vivancos: «Mira, Guarner, Paco por ambición sería capaz de asesinar a nuestra madre y por presunción a nuestro padre».
La granada de mano de Ramón pasó a España a ser el instrumento de la FAI para utilizarla como «una invitación directa a cualquier recurso extremo», en respuesta a los «treinta mil presos por delitos políticos y sociales y un rigor gubernativo sofocante», argumenta Santillán en sus memorias. El recurso no era del agrado de Pestaña, quejándose amargamente que se utilizase el dinero de las cajas de resistencia para fabricar explosivos. Lo cierto es que el núcleo de confianza anarquista había decidido ir a probar las granadas en el bosque de Las Planas, en pleno Parque de Collserola, entre Cerdanyola y San Cugat del Vallés. Una de ellas hizo explosión en las manos de Braulio, que la manipulaba, y causó su muerte inmediata. Por fortuna no hubo más víctimas. Para no llamar la atención, Braulio fue enterrado allí mismo y pocos supieron durante mucho tiempo lo que había ocurrido, y la razón de su ausencia. Apenas había cumplido treinta años. Su muerte sacudió hondamentea Abad de Santillán hasta las lágrimas.

Braulio, Ramón y la granada de mano
30/09/2018
Actualizado a
16/09/2019
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