13/03/2024
 Actualizado a 13/03/2024
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Con motivo del día Internacional de la mujer y en una breve entrevista, me preguntaron qué consejos le daría a una joven directiva. Entre ellos mencioné la importancia de rodearse de un equipo de personas que además de excelentes profesionales, fuesen bondadosos. So pena de parecer una cursi, contesté con honestidad y usando a voluntad la palabra que considero precisa para describir lo que considero una de las principales virtudes de un ser humano. 

La bondad, tantas veces identificada con estupidez o debilidad es, desde mi punto de vista, la base del buen hacer en ecosistemas empresariales que funcionan mediante equipos. No lo es menos para quien trabaja de forma individual, pero en el primer caso es esencial. 

Bondad incluye la capacidad de ponerse en el lugar del otro y pensar en el bien común, de apartar el ego y los intereses personales para moverse teniendo en cuenta a los demás, de planear como grupo y ampliar la visión de conjunto. 

El consejo iba dirigido a una mujer como iniciativa derivada de esa celebración en concreto, pero la idea es aplicable a cualquiera, como es obvio, porque nada perjudica más a una empresa y a la sociedad misma, que un sujeto que únicamente desea su propio bien y que, como consecuencia primera de este sentir egoísta, tarde o temprano, va pisando todo y a todos los que se encuentra en su camino. 

Este tipo de personas suelen ser «los sin filtro» que en aras de la sinceridad hablan como monigotes dañe a quien dañe. Son los chismosos, los que antes de hacer algo que beneficie a otro prefieren no hacer nada y que esto perjudique a todos, los que no reparan en el hecho de que quemar puentes no lastima a nadie más que a ellos y envidian el éxito ajeno porque sólo son capaces de ver el último fotograma de la secuencia, obviando el trabajo y el esfuerzo que habitualmente subyace al mismo. 

Se podría decir que vivimos en una sociedad en la que triunfan los psicópatas integrados, precisamente porque la bondad es frágil y está desnuda a merced de los depredadores. Es verdad hasta cierto punto. Yo prefiero poner en primer plano los muchos casos de gente que trabaja por y para el bien común, con un propósito que pueda hacer de este mundo un lugar mejor (lo cual no excluye la ambición económica, ni tiene por qué). Elijo poner el foco en educar a las nuevas generaciones en que fuerza, coraje y éxito pueden ser enormemente delicadas y conscientes de su pertenencia a un grupo. Quiero creer que podemos educar personas que se sepan miembros de una comunidad, de un grupo de compañeros de trabajo, de una familia y de una sociedad. Una pertenencia que implica, de forma invisible y quizá silenciosa, que dañar la estructura que te cobija es lo más estúpido que puedes hacer. 

Como conclusión, yo me rodearía de personas buenas, así sin ambages y a riesgo de parecer una cursi. Haría la selección basándome en los criterios que precisase en ese momento, pero con la brújula firme en el norte de la bondad. Porque en los comienzos prometedores y en los tiempos de abundancia, todos remamos contentos, pero cuando llega la tormenta, y llegarán las tormentas, es cuando se mide la verdadera calidad de tu equipo, la estrategia conjunta, la cohesión, la voluntad de remar a una por el proyecto hasta que pase el temporal y, sí señores, la bondad. 

 

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