jorge-frances.jpg

Bodas de coral y amapola

01/03/2018
 Actualizado a 18/09/2019
Guardar
Lo bueno de las efemérides es que se repiten una vez al año y cada lustro alcanzan de forma inevitable uno de esos números redondos (que es cualquier múltiplo de cinco) en los que toca conmemoración. Las efemérides se han convertido en un santoral pagano, una versión posmoderna del Calendario Zaragozano que en vez de predecir el tiempo avanza titulares y grandes fastos irrepetibles (al menos durante los cuatro años siguientes). Las conmemoraciones son un negocio floreciente incluso en este final de invierno con nieve, redondo en tanto que cíclico e inagotable. Amortizan altos cargos, justifican salarios e incluso construyen discursos políticos huecos pero efectistas. Porque hay que ser un político con muy mala suerte para que en los cuatros años de una legislatura cualquiera no le pille alguna conmemoración importante en la que echar el resto y, quién sabe, si abonar la reelección.

Este año celebramos el 35 aniversario del Estatuto de Autonomía de Castilla y León y el 40 aniversario de la Constitución Española. Esto último se cumplirá en diciembre pero el primer acto lo ha acogido este martes León con la visita de la presidenta del Congreso de los Diputados para conocer San Isidoro y los Decreta. Tan solo unas semanas después del viaje de desagravio del presidente Rajoy. Están los Decreta tan de moda que podían sumar a las capitalidades de León de este 2018 la de capitalidad parlamentaria. Ese es otro elemento clave de la tendencia en conmemoraciones, que no duren un día si no un año completo. Así, un año de preparación, un año de celebración y solo nos queda esperar dos para comenzar a idear la siguiente.

Hubo un tiempo no tan lejano en el que solo se celebraban las conocidas bodas de plata y de oro, cuando algo (incluso un matrimonio) cumplía 25 y 50 años. Ahora que lo celebramos todo hemos relegado asignar metales por no acabar con la tabla periódica, pero la lista existe e incluye cumpleaños verdaderamente evocadores más allá de los químicos y los minerales. No hay más que preguntar a Google, que es la madre de todo el conocimiento hasta del que no sirve para nada conocer, para afirmar que lo que realmente celebramos son las bodas de coral de nuestro Estatuto de Autonomía y las de rubí de nuestra Constitución. Entiendo perfectamente que no se podían dejar pasar por alto tan interesantes y bellos materiales. Aunque fíjese usted que a pesar de no ser tan redondo en la cifra lo que habría que haber celebrado con fanfarrias era el 34 aniversario del Estatuto en 2017. Eran las bodas de amapola, mucho más que ver que el coral con nuestro paisaje y nuestro pasado comunero.

No extraña demasiado que los parlamentos se esfuercen en conmemorar como forma de reivindicarse ahora que los líderes se hacen política encima en cualquier plató de televisión, acto de partido y en todas las manifestaciones. Debe ser por eso que les queda poca cuando se sientan en su escaño. Ana Pastor se va a pasar el año brindado por una Constitución asediada, en lista de espera de rehabilitación y con un Congreso prácticamente paralizado por la falta de acuerdos y la gobernabilidad aplazable según profeticen las encuestas. En las Cortes de Castilla y León todavía se legisla, que Ciudadanos aquí no ha consumado la guerra contra el PP y aún le sostiene con sus votos. Decía esta semana Silvia Clemente en una entrevista que "el PP a veces no está en calle y hay que estar en la arena". Lo sabe bien la presidenta que sacó las Cortes a la calle, tanto que a veces se les echa de menos en el hemiciclo.
Lo más leído