Estos dos colores son el mayor exponente de la dualidad universal. Uno transmite calma y orden, mientras que el otro nos evoca autoridad y misterio. Es paradójico, pero en una época en la que los fabricantes de televisores y móviles nos venden su capacidad de mostrar toda la paleta de colores con la mayor perfección posible, son precisamente el blanco y el negro los que mejor definen el mundo actual. Como defensor de las tonalidades de gris a la hora de abordar la mayoría de los debates y situaciones, hay que reconocer que existen excepciones, y una de ellas sucede cada ciertos años en la Plaza de San Pedro del Vaticano.
Mientras que la Capilla Sixtina es una oda al color, el humo que sale por su pequeña chimenea solo puede ser blanco o negro, con todo lo que ello significa. Nadie sabe lo que hará o dejará de hacer el nuevo Papa, pero, al menos, los amantes de las profecías podrán dormir tranquilos, ya que el fin del mundo parece que tendrá que esperar porque la fumata blanca tuvo su continuidad cromática con un Papa también blanco. Si millones de personas ya están opinando sobre cómo ejecutará su responsabilidad el amigo Robert Prevost, imagínense si el destino, o mejor dicho, los cardenales hubieran elegido con sus papeletas a un Sumo Pontífice negro.
Ya superado el trance del color de piel del máximo representante de la Iglesia en la Tierra, aparecen otros muchos detalles que tienen que ver con la simbología, con el riesgo que esto conlleva, ya que muchos símbolos son más que interpretables. Donde no cabe la interpretación es en el milagro de cómo, en unos días, nos hemos convertido todos en expertos analistas de la Curia Romana y todo lo que la rodea.
No sé si las comparaciones son odiosas o no, pero el primer análisis se ha centrado en compararlo con el argentino que ha ascendido y ya está al lado de su jefe. Que si se ha decantado por la vestimenta tradicional, que si ha preparado el discurso y no ha sido natural en su primera intervención ante los fieles, que si ha elegido su nombre por uno u otro motivo... y así un sinfín de comparaciones para discernir si su papado será continuista o no.
Solo el tiempo dirá si será un Papa que dé muchos titulares a la prensa pero no consiga realizar cambios sustanciales en la Iglesia o a la inversa. Pero, para qué engañarnos, no ha podido empezar mejor. Y es que decidir llamarse León solo está al alcance de los elegidos. Ya estamos tardando en mandar a la Ciudad del Vaticano unos mastines leoneses para que acompañen a la Guardia Suiza en sus rondas.