20/06/2020
 Actualizado a 20/06/2020
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El tópico grecolatino ‘Beatus ille’ se convirtió durante el siglo XVI en una de las cuatro aspiraciones del hombre del Renacimiento, junto con otros tres tópicos también universalmente apreciados: ‘carpe diem’, ‘locus amoenus’ y ‘tempus fugit’.

El ‘carpe diem’ se ha convertido para el ‘hombre contemporáneo’ en un leit motive. Nos preocupa mucho, casi demasiado, no perder un solo segundo de vida en nimiedades, de ahí que a veces nos estresemos en esa búsqueda insaciable de felicidad. El ‘locus amoenus’ sigue vigente, idealizamos lugares; tan sólo hemos cambiado de referentes. Las verdes praderas pastoriles no suelen aparecer en las revistas de las agencias de viajes, están más de moda otros paraísos más exóticos, llenos de palmeras y cenadores de paja junto al mar azul. El ‘tempus fugit’ late inconsciente, preferimos no pensar demasiado en ello, pero como decía Pau Donés, «vivir es urgente»; sin embargo, la nueva realidad que nos deja la pandemia también cambiará nuestro ser veraniego. Es más que probable que todos esos destinos tan demandados otros años este se queden con cara de baúl. Los ciudadanos tenemos menos dinero y más miedo. Salir al extranjero puede exponernos a situaciones incómodas o arriesgadas, porque la incertidumbre ante este enemigo desconocido, el no poder saber dónde y cuándo puede surgir un repunte, nos deja ‘solos ante el peligro’, expuestos a permanecer al otro lado de la frontera ante un hipotético estado de alarma. De ahí que los pueblos de España sean por ahora los destinos más ansiados por la mayoría de la población. Casas familiares y entornos rurales que nos conecten en vena la poética de Horacio:

«Dichoso aquel que lejos de los negocios, / como la antigua raza de los hombres,/ dedica su tiempo a trabajar los campos…».

Eso sí, tratemos con prudencia y mimo nuestras montañas, nuestros ríos, nuestros campos. Que al abandonarlos se mantengan tan puros como los encontramos.
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