Basurco y Rosi

13/05/2025
 Actualizado a 13/05/2025
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Cientos de puntos iluminaban las pantallas de todas las casas del Bierzo en un mapa virtual repleto de manchas de colores móviles en una mañana en la que nos preocupaba más el tiempo que hacía en Tarifa que tras las ventanas de Ponferrada. Parecía imposible descifrar el lenguaje cartográfico en esa señal lumínica y, al final, casi entablamos amistad con las fechas naranjas y con los puntos rosas. Eran las embarcaciones que cruzaban el Estrecho. Y una de ellas llevaba nombre de paloma, Columba, para abrazar con sus alas la travesía de un berciano de capa en la piel, de esas que se activan cuando entran en clave de comarca. En modo de reto, Miguel Martínez Basurco cogía aire para rellenar ese escueto traje de neopreno que le aislaba del frío de las aguas mediterráneas y atlánticas bailando juntas. Y avanzaba al compás de unas brazadas que sonaban a Bierzo y sabían a lucha. Basurco se había propuesto pasar de España a África con un mensaje tatuado en lo más profundo: que algún día es mucho tiempo y que esa distancia de las agujas de un reloj de presente tiene que ser entendida por todos al unísono.

Porque es la lectura que hacen los enfermos de cáncer bercianos, esos que un día llamaron a la puerta de Oncología y no encontraron respuesta. Sus tumores no remitieron con ese vacío y volvieron a casa con una sensación de abandono tan profunda que movilizó a toda la comarca en un grito común al que Basurco quiso sumarse. No ha olvidado a Rosi, hoy sería abuela, como lo es él. Y los dos se volverían locos al ver corretear al peque por su carnicería de Villafranca. Pero la finitud se hizo fuerte dentro de un cáncer y se dedicó a marchitarla. Se la llevó, enferma sí, pero agradecida y mimada. Basurco llevaba a su Rosi dentro de los brazos nadadores cuando un silbato puso inicio a la resta de los 18 kilómetros que recorrería para pasar a Marruecos desde Tarifa.  Y se fue comiendo los kilómetros, uno a uno, con su guerrera manteniéndole a flote. Los hubiera multiplicado por mil por volver a abrazarla. Qué digo mil…Hay muchas formas de estar y de ser, por eso siempre está, incluso en la pelea porque otros se sientan tan acompañados como ella en un proceso no escogido, límite. Es la verdadera gesta de la vida, la de caminar por el hilo invisible de los resbalones hacia el precipicio sin vuelta, la que Basurco quería revelar desde sus cinco horas de agua y sufrimiento. Vicente, que era el cardiólogo con el corazón más grande de todos los que pasaron por su consulta, decía que si no puedes curar, acompaña. Y esa sensación de estar al abrigo de una mano que te salve, tal vez no de la casilla de salida, pero sí de una despedida desamparada, es la que El Bierzo perdió al dejar marchar a los que podían protagonizar ese arrope. Curar es hacerte sentir que importas y eso tal vez es lo que no entienden los de la corbata cuando Oncobierzo pide oncólogos en casa. Basurco puso, con su reto deportivo, personal y comprometido, el ejemplo de lo que se necesita al llegar a la puerta de Oncología, y no es el vuelva usted mañana de Larra.

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